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lunes, abril 06, 2015

Franqui: la amenaza (fragmento del libro: Lunes: un día de la Revolución Cubana)



de izquierda a derecha, tercero: franqui
Pero, en la clandestinidad, Franqui se había encargado de manera eficaz de la propaganda del 26 de Julio, avivando el espíritu de la lucha mediante fórmulas ingeniosas como las que debió usar para crear Revolución. Su labor clandestina le había convertido en una figura experimentada que debió llegar a la Sierra Maestra para dirigir Radio Rebelde, disposición que en los Altos de Mompié le convertía en integrante del Secretariado del Movimiento. Sería el tercer responsable de El cubano Libre, periódico con el cual Ernesto Guevara retomaba el recuerdo de un diario fundado por Carlos Manuel de Céspedes durante la Guerra Grande y recuperado por Antonio Maceo en la empresa bélica del 95.

El viernes 2 de enero de 1959, desde Santiago de Cuba, nacía Revolución como órgano del Movimiento 26 de Julio en la etapa revolucionaria. Le caracterizaron gigantes ediciones, incitadas por el aspecto sensacionalista de los titulares, excelentes para atraer lectores. Su director asumía el periodismo siguiendo modelos norteamericanos y haciéndose acompañar de compañeros talentosos, de prestigio e ímpetu, influencia que propició un espacio atractivo y dinámico, abierto a la polémica y a las nuevas corrientes estéticas. La contraposición de criterios y la costumbre de aparecerse cada día con aquellos “palos periodísticos”, posibles por la relación de su director con el poder, del cual formaba parte, definieron el estilo del rotativo. “Pensaba en un periódico para mirar, impactar y reflexionar. Cubano”, aseguró en uno de sus libros.

Hasta 1968 había sido Franqui un revolucionario más o menos “confiable”, al punto de desempeñarse bien en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, donde llegó de la mano de Celia Sánchez luego de que lo “tronaran”, como diría en un poema su amigo Roberto Branly, porque “entre otras cosas, nunca has tenido pelos en la lengua”. Ya no era director del gran periódico, pero mantenía una red de amistades en el mundo intelectual. En lo que consideraría otro rapto de idealismo se volvió gestor del Congreso Cultural de La Habana y el Salón de Mayo, que habría de reunir a figuras vanguardistas de las Artes Plásticas. “¿Por qué lo hice? Pensaba (pienso) que todo lo que tuviera que ver con la libertad era necesario en el largo y difícil camino de sobrevivir a un régimen como aquel: el contacto vivo con la revolución artística del siglo, la presencia de sus poetas, pintores, escritores, pensadores y periodistas, tocaría las nuevas generaciones, el respiro de libertad, de la poesía, del arte es un aliento poderoso en épocas difíciles”.

Pese al pasado de servicios a la Revolución, la imagen de este hombre sigue siendo una sombra, al punto de que, como demostró en la portada del libro Retrato de familia con Fidel, su imagen es abducida de fotografías, como si la historia pudiera mejorarse en Photoshop. De recordar algo referido a su trabajo en aquellas horas se hace recurriendo al adjetivo “traidor” o subrayando esa reputación de disidente pertinaz que vivió en el exilio hablando inconveniencias del socialismo, actitud muy lejana a la que asumiera cuando coqueteaba con el poder al punto de hacerle decir a Juanita Castro, una de las hermanas de Fidel y Raúl, que era un individuo capaz de hacer cualquier cosa para complacer al líder. Entonces, figuraba como uno de los actores favoritos y confiables. Incluso Alfredo Guevara tuvo una frase esclarecedora sobre quien fuera su oponente en aquellas jornadas al asegurar: “Carlos Franqui no estaba predestinado por la historia a ser contrarrevolucionario”.

Pero, apenas a un año del triunfo, y nunca muertas sus intenciones de promover aquella revolución cultural con la cual soñaba, seguía inquietando a parte de un grupo ideológicamente encontrado con sus modos de entender la nueva etapa. El periódico, aunque comprometido, funcionaba como una zona de opinión pública bastante autónoma y Lunes parecía la embajada cultural perfecta. Quizás aquella intranquilidad que suscitaba, determinada por la manera de enfocar la circunstancia asentada en las muchas diferencias ideológicas al interior del 26 de Julio, habría evolucionado de otra manera si no hubiese vivido la experiencia con el PSP. Sin embargo, los conflictos con el Partido de Aníbal Escalante y la intuición de viejo guerrillero en tiempos de sectarismo le habían transformado en un hombre escéptico, estado que devendría obstáculo tras la opción que en abril de 1961 escogieron para la Revolución, sobre todo porque él seguía creyendo peligroso, con razón, el empoderamiento del PSP y su estilo de trabajo, especialmente el referido a los temas culturales.

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