La casa de Delfín Prats es
ruidosa, penúltimo sitio en el cual se refugiaría un poeta. Construcción
moderna de cemento y placa con el interior pintado de azul, enlosado el suelo,
enrejadas puertas y ventanas, de pequeño espacio, escueta. Pocos muebles
utilizables dentro: tres sillas de bagazo y un sillón defectuoso. Desde el otro
lado de la pared, en su cuarto-cocina, asoma una cama de hierro. Lo demás no
logra verse pero él lo ha dicho: “Tengo un radio junto a la cama.” Y posee más, una
bicicleta cubana, una hornilla eléctrica criolla, y un gato. Libros no tiene;
ni siquiera los suyos.
Se encuentra en una esquina
del reparto Pueblo Nuevo de Holguín. De las calles que la limitan la más
ruidosas es la de al lado, y eso a Delfín lo fastidia muchísimo: “El problema
es que hay mucho ruido”, se queja. “A mi molesta mucho vivir frente al ruido
porque no puedo ni leer ni escuchar música”. Oyéndole, uno empieza a entender
lo que de él se dice: extraño, escurridizo, humilde. ¿Por eso prefiere el
campo?
Es un problema rusoniano, no de ruso, si no de Rousseau. Es mi
necesidad de buscar paz, sosiego. Me gusta la naturaleza. En un
lugar donde no haya ruido disfruto más la lectura, quizás hasta se me ocurre
una idea para escribir.
Y hace mucho tiempo que no
escribe. Tanto silencio por parte del poeta ha dejado una traza de inquietudes
a lo largo de este país. Unos se preguntan: ¿Se habrá muerto?, y el poeta duda
pensativo: “¡Se habrá muerto!”. Otros quieren saber: ¿Se habrá ido del país?, y
aún más pensativo, subraya: “¡Sí señor! Se habrá ido del país.” Equívocos como
en un vodevil. Si allí está, o por ahí va, o aquí estuvo. Lo más fácil del
difícil mundo de Delfín Prats es encontrarle, verle, hablarle en los últimos
tiempos.
Ahora mismo estoy tratando de empezar a trabajar en la promotora
literaria “Pedro Ortiz”. Intento realizar una labor más relacionada con la
literatura.
Y uno duda, ¿cómo es posible
que un poeta como él se haya apartado de las palabras, de la creación?
A veces quisiera estar escribiendo porque sería una válvula de escape;
pero…tengo mucho miedo. Como considero logrados algunos de mis poemas, de
pronto empezar a escribir… y que eso que escriba no quede al nivel de lo
logrado. No quisiera escribir dentro de una retórica, tampoco volver a repetir
mis viejos aciertos.
En los últimos años no he producido ningún libro, pero vamos a confiar
que en el futuro sí se produzca algo.
Y solo queda esperar; y
apostar por que no vuelva a escabullirse a todos los montes de esta provincia.
Fue a mi regreso del evento La Isla entera, celebrado en Madrid en 1994,
cuando me fui a vivir al campo. Me sentía bastante mal entonces. La vida me
resultaba un poco difícil. Todavía me resulta difícil adaptarme a la gente, tratar
con muchas personas.
Tres años vivió en el lugar
donde había nacido, la Cuaba,
a ocho kilómetros de la ciudad de los parques entre gatos, perros, gallinas, “a
una distancia prudencial de mis parientes.”
De pronto me entró una locura y fui a parar a San Rafael donde sí de
verdad me sentí muy mal porque, entre otras cosas, me robaban.
Una grabadora, dos sábanas. Dice
que tenía al ladrón allí mismo.
Luego estuve recorriendo los campos durante gran tiempo pues no tenía
donde vivir. Alquilaba o me prestaban. Viví en El Coco, en una casa que ya no
existe porque después que yo me fui se la llevaron a pedazos. Cuando me asignaron
esta me mudé muy contento, pero tengo mucho ruido.
¿A qué tanto le huye el poeta?
¿Acaso a los contratiempos de antaño? ¿Al personaje literario que en el libro
de un antiguo amigo apareció diciendo ser el verdadero Delfín Prats? ¿Al
extraño animal que, en Litografía, confesó lo visitaba?
La historia de ese poema tiene su origen en la litografía de un
grabador llamado Espinosa Dueñas. Se nombraba precisamente así, Animal extraño. Lo había visto en alguna
de las exposiciones que visitaba. Una noche vino el poema. Surgió así: “Un
animal extraño me visita, sin anunciar su inesperado arribo, abre la puerta,
callado se desliza”, etcétera, etcétera. Es uno de los poemas míos que más me
gusta. Todavía me sigue gustando porque es extraño. Quizás tenga elementos de
surrealismo. Plantea una problemática que tenía mucho que ver con mi propia
persona. Viene siendo toda aquella cosa que uno tiene de oscuro, de animalidad
tal vez; eso que te amenaza la existencia, que te pone en peligro.
Se sabe que son muchas las
causas capaces de poner en peligro la estabilidad diaria de este señor. Y es
probable que se escurra entre ordinarios cometidos para despistar a muchos,
conducta que algunos atribuyen a cierta pose. Podría ser. Sin embargo, parece
un poco menos: solo artimaña, capacidad para transformarse hasta lograr una
rara invisibilidad.
En la propia promotora
cultural Pedro Ortiz, donde intenta establecerse y donde le he visto por
primera vez, aparece en el lugar menos apropiado para un lírico de su clase: en
un pantri colando café, en el corredor, corriendo en busca de no sé que
encargo. Ya en el barrio se vuelve a confundir entre los seres de esquina, entre
los revendedores cuando quiere comprar algún alimento para su gato, para algún
invitado, o para sí mismo. De pulóver raído, allí va. Como si fuera en este
mundo un extraviado, o como si a sí mismo también fingiera extraviarse.
Nací en una pequeña finca que todavía mi familia conserva. Fue de mi
abuelo, después pasó a mi padre y ahora en ella viven mi padre, dos hermanos,
un sobrino, la esposa de mi padre, la esposa de mi hermano. Soy el mayor de
tres hermanos.
Era 1945.
Dice mi mamá que yo desde muy pequeño me interesé mucho por los libros.
Recuerdo que durante mi infancia pude leer muy pocos porque no tenía acceso a
ellos. Solamente había un pariente que de vez en cuando me mandaba Comics. Una vez me regalaron unas
versiones muy sucintas de Las Mil y una
noches y Robinson Crusoe. Esos fueron
los libros que yo leí siendo niño.
Sería al término de la década
de los cincuenta.
Después, ya en la
Unión Soviética, recibimos clases en las que uno iba
conociendo un poco qué era la
literatura. Es muy posible que yo, siendo un adolescente,
tuviera acceso a esos libros que en aquellos tiempos se vendían en la calle, de
una poesía que a nosotros ahora nos parece muy mala. Eran unas recopilaciones
de poesía de Buesa, Hilarión Cabrisas y muchos otros poetas.
En la escuela “Máximo Gorki”, cuando estudiaba ruso y cursaba el noveno
grado, teníamos un profesor de Química aficionado a la poesía romántica. Se
sabía de memoria un poema tremendo que se llamaba La lágrima infinita. Entonces aquel hombre, paraba la clase y empezaba
a declamar: «Esa, la que en el alma llevo oculta, la que no salta fuera ni se
expande en la pupila…» Disparaba La
lágrima infinita hasta el momento final. Era inevitable no toparse en Cuba con
ese tipo de poesía; y frente a eso incluso Buesa era un poeta estupendo.
Pero Delfín Prats todavía no
había escrito un solo poema por los días en que, siendo un estudiante de ruso
en la antigua escuela “Máximo Gorki” del reparto Flores en Playa, resultó el
único seleccionado de su aula para continuar estudios en la Unión Soviética.
Se fue a Moscú, la segunda de todas las grandes ciudades que
había visitado, aunque quizás fuera la primera. Era un muchacho de cultura virgen, ex
brigadista alfabetizador Conrado Benítez con labores en La uvita, Sierra
Maestra, e incipiente escritor. Aunque, ateniéndonos a la propia definición que
de sí mismo ha dejado en la biblioteca provincial Alex Urquiola, habría que
rectificar. Leo.
Nunca he cultivado la literatura profesionalmente, por lo tanto no hay
razón para considerarme un escritor. Cuando han venido los poemas, los he
escrito. Cuando me los han pedido para su publicación, los he entregado. Cuando
los he visto aparecer en antologías, me he sentido satisfecho. Nunca he
cultivado la poesía, no he aprendido a rimar ni a medir, ni a valerme de
recursos retóricos propios de este arte. Si he dado en el clavo ha sido de
chiripa. Por lo tanto no hay razón para considerarme un poeta. Y como no soy
miembro de cofradía literaria alguna, ni estoy insertado en los medios
culturales de Madrid, Roma, Perú, Londres o ciudad Méjico, no hay razón para
encasquetarme el sambenito de intelectual. En realidad convendría aplicarme el
calificativo de «vate», si la palabra no tuviera connotaciones de una
brutalidad y una vanidad desconcertante. O de «nabí», pero es regla que nadie
lo es en su tiempo y espacio.
Y Delfín, oyendo lo que otro
Delfín escribiera alguna vez, hace uno de esos gestos raros que su ansiedad le
obliga. Se tuerce y retuerce en una silla, mira, sonríe, se calma y como si
pensara, en voz escuchable:
¿Cómo es posible que yo lo haya escrito? Eso demuestra que la psiquis
humana es muy compleja. En realidad estoy justificando el hecho de estar en esa
situación de ociosidad cultural, literaria. Estoy tratando de justificarla. Yo
soy mi propia naturaleza. Soy eso…la naturaleza original.
Vuélvase al joven que
estudiaba ruso en la Unión Soviética e intentemos indagar cómo podrían
ser sus primeros contactos con la cultura cubana desde un aula fría, lejana, y
enloquecidamente roja, aquellos años.
A causa de la visión dogmática que del arte y la cultura existía en la Unión Soviética mi despertar de la literatura fue
mirando hacia Cuba desde allá. En esos momentos no conocía mucho a los escritores
cubanos, no conocía mucho de otras manifestaciones del arte aquí en Cuba; pero,
siempre estaban las Bohemias que
llegaban y dejaban ver cómo aquí había una visión de la cultura completamente
diferente. Y como contrapartida de esa visión uno iba elaborando un interés por
conocer el movimiento mucho más amplio que reflejaban las publicaciones cubanas
de aquel momento.
Al volver a Cuba fue ubicado
en el MINFAR como traductor. Es su condición de soldado, además de la calidad
poética, una determinante para que
Nicolás Guillén le solicite algunos textos de interés editorial para La Gaceta de Cuba.
Era muy poco conocedor de la literatura cubana. Tenía algunas
referencias muy generales, Guillén, Lezama Lima, pero no conocía a ninguno de
los escritores cubanos y no conocía mucha de la literatura que se había escrito
en Cuba. Quizás había leído poemas en alguna antología, pero no tenía un
conocimiento in extenso de ella.
El holguinero garabateaba
palabras sobre cualquier papel y, a veces, se decidía a mostrarlo.
Protagonizaba una época única dentro del proceso revolucionario cubano, y del
resto del mundo: la bohemia habanera y los años sesenta.
Trabajando durante el día y saliendo en las noches participo de la vida
nocturna que quedaba todavía en esos años. Te podías encontrar a los jóvenes
escritores en la Zorra
y el Cuervo, en el Club 23, en El Gato Tuerto, o sencillamente podías
improvisar una tertulia con ellos en la calle. Ahí es donde conozco a muchas figuras que
habían publicado en las ediciones El Puente, como José Mario, que había sido su
director. Conozco a otro poeta llamado Reinaldo García Ramos, a Nancy Morejón,
a Miguel Barnet, a Lina de Feria, a Manuel Díaz Martínez. Es en la atmósfera de
La rampa, El vedado, en esa zona de ahí, donde yo entro a los ambientes
literarios. También recuerdo que los fines de semana se visitaban las playas
Santa Maria, Guanabo. Fue en una casa que tenía alquilada Lina de Feria, en
Boca Ciega, donde leo por primera vez unos poemas que había escrito y que nunca
entraron a formar parte de lo que después sería mi libro porque se me criticó,
se me dijo que yo tenía posibilidades para la escritura, pero que todavía esos
poemas no estaban logrados, y no los conservé. A partir de los que me gustaron
empecé a conformar un libro. Le daba los textos a leer a algunas personas,
entre ellas a Reinaldo García Ramos a quien veía en la biblioteca de la Casa de las Américas. Uno de
los textos es el poema “Humanidad”, con el que inicio el libro. Ese es el libro
que envío al premio David, y es el que gana el premio ese año. ”
Sus trece poemas aparecieron
entre la noche habanera, la soledad de un cuarto que guardaba libros en el
Estado Mayor del Ejército, y las intensas tertulias con poetas y amigos. El
título, Lenguaje de mudos. Tan influyente resultó el ambiente que acompañó al poeta durante el
proceso de creación que suele ratificar de imprescindible el conocimiento de la
noche habanera de los sesenta para poder entender sus primeros poemas.
Ni siquiera fui a recibir el premio. Me encontraba en la Cuaba cuando el libro gana y
yo ni me entero. A través del periódico trataron de localizarme pero no dieron
conmigo. Por esa causa no estuve en su recepción. Después sí. Fui a la Habana y me dieron lo que
entonces te daban de premio que era un mes de comida gratis mediante unos
bonos. Recuerdo que me dieron bonos para que comiera quince días en el Hotel
Flamingo, donde almorcé y comí la misma cosa: arroz blanco y bacalao. No había
variedad. Los otros quince días los pasé en el Mégano y tampoco varió la dieta,
aunque era otra: arroz blanco y patica aceitunada; no recuerdo si tendría
aceitunas o no.
Mientras tal era la suerte del
poeta, al libro le aguardaba un futuro difícil. Es por todos conocida su
historia.
La publicación del libro coincidió con un momento muy difícil dentro
del proceso literario cubano como fue el momento del caso Padilla. El libro mío
fue como que arrojado por el agujero de la memoria. Es decir, no
circuló, no llegó a venderse, no llegó a presentarse, no se habló de él para
nada.
Fatal, podría venirle a la
mente a cualquiera. Fatal que tu primer libro sea espíritu sin cuerpo, idea que
no se materializa. El poeta pudo sentirse como el donante de esperma que arriba
a la vejes sin hijos. Peor, me digo más tarde.
Para el poeta parece que fue una
cosa muy complicada porque me aparté de las publicaciones y de todo. Incluso,
estuve muchos años sin escribir poesía. Después vine para acá, para la
provincia, y seguí escribiendo. No de una manera sistemática, sino cuando se
producía el poema.
¿Es esa su manera de trabajar?
Para mí la poesía es una
cuestión de aciertos. Es inútil aplicar una técnica para hacer poesía. Cuando
se te da el poema tienes que escribirlo. Si es un poema acertado perdura; si
falla se queda ahí.
¿Cuánto tiempo permaneció en
la capital?
Como traductor de Ruso trabajé alrededor de tres años. Yo tengo que
haber regresado para Holguín en el setenta y uno. También estuve trabajando un
tiempo en la Academia
de Ciencias. En esa etapa conocía más escritores, por supuesto, iba a más
actividades de noche. A Holguín regresé porque perdí el trabajo en la Academia de Ciencias como
traductor. Tuve un problema laboral y perdí el trabajo. Vine para acá y empecé
a laborar en lo que apareciera, en una brigada de la construcción, en la
edificación de Secundarias Básicas allá por San Andrés. Vivía con mi mamá.
Fruto de un ambiente distinto,
en Holguín, surgió el segundo de sus libros. Para
festejar el ascenso de Ícaro corrió una
suerte diferente: premio de la crítica, otorgado por las editoriales y el
Ministerio de Cultura a las diez obras más representativas del año 1988.
Si para entender Lenguaje de mudos había que
adentrase en la noche habanera, para enfrentarse
a Para festeja el ascenso de Ícaro es
bueno conocer cuanto rodeaba al poeta por aquellos años, aún cuando los textos
incluidos en este poemario empezaran a escribirse desde mucho antes.
Es precisamente en los años de creación del Premio de la Ciudad y cuando se produce
la aceleración de lo que actualmente es el movimiento literario y artístico de la provincia. En ese
momento estaba como figura directriz Alejandro Querejeta, un periodista que
cultivaba la poesía y la narrativa, y que fue además un gran animador literario
en torno a la creación del Premio de la Ciudad, a la creación de las primeras
publicaciones holguineras. Estaban también Alejandro Fonseca, Lourdes Gonzáles,
Carlos Jesús García, Pedro Ortiz Domínguez, Lalita Curbelo, Gilberto González
Seik. Es decir, había un grupo de escritores bastante nutrido algunos de los
cuales aparecen en el disco Un lugar para
la poesía, grabado por gestión de Querejeta. Incluyó ahí los poetas que en
ese momento eran los más sobresalientes en la ciudad. Algunos de
ellos ya no están en Holguín, otros dejaron de escribir.
Presenté los textos que había escrito a lo largo de los años. Es decir,
unos textos que en realidad no formaban un cuaderno de poesía, sino que eran la
producción de todos estos años desde los setenta, los ochenta. Se le presentó a
la editorial
Letras Cubanas. En esos momentos estaba Raúl Luis a cargo de
la poesía en esa editorial. Cuando él analizó mi libro para la publicación me
mandó a decir que hacían falta más textos. Entonces, tomé siete u ocho de los incluidos
en mi primer libro, que no había circulado nunca, y los coloqué a inicios de lo
que luego sería Para festejar el ascenso
de Ícaro.
La poesía de Prats, según
apuntan críticos como Jorge Luis Arcos y Manuel García Verdecia se nutre de
diversas fuentes culturales. En sus textos el sujeto lírico da testimonio del
esplendor o el caos de la
realidad. Usa un estilo conversacional sobresaliente por la
fineza a la cual relacionan unos lo relacionan con lo sensual, otros con lo
erótico. ¿Depende su poesía del erotismo? ¿Es erótica la poesía de Delfín?
Una parte de mi poesía tiene que ver con el tema amoroso. Déjame
explicarte. Parece ser que todas las personas tienen una década de su vida
donde su labor es más intensa. Es posible que sea entre los veinte y los
treinta. No es casual que los mejores libros de muchos poetas coincidan con esa
década. Se podría ver en la obra de diferentes poetas. A mí, por ejemplo, que
soy un amante de la poesía de Eliseo Diego, me parece que su mejor momento fue
cuando escribió En la calzada de Jesús
del monte. Es posible que después haya escrito grandes textos en otra etapa
de su vida, pero nunca tuvo un momento tan pleno de creación como ese.
En cuanto al Eros, me parece que, aún cuando uno escriba una poesía no
erótica (mi poesía no es erótica), el hecho de tener una vida erótica activa te
ayuda en el problema de ser mucho más amplio en esas cosas. Está demostrado
científicamente que la sensualidad, el hacer el amor, es un elemento positivo
en la vida del ser humano. El erotismo, del cual se ha abusado en demasía, es
algo muy delicado que en exceso puede entorpecer la grandeza poética de un
texto. Hay enormes textos amorosos que son muy buenos. Ahora, el erotismo cuaja
mejor en la prosa. A
mi me alarma un poco la proliferación actual de esto que se llama erotismo en la literatura. Porque
muchas veces no es erotismo, es la crítica del erotismo realizada desde los
prejuicios que nosotros tenemos como herederos de la tradición judeo-cristiana.
Y de todas formas las mutilaciones de la cual es víctima la persona, no en esta
sociedad, sino en la sociedad examinada globalmente, aquí y allá, acá y acullá.
Eso no es erotismo. Podía hablarse de erotismo en presencia de un texto que
exaltara el goce sensual, que es lícito, que forma parte de la personalidad del
hombre, de su condición integra. En el freudismo se sobrevaloró la sexualidad
humana, pero la sexualidad es muy importante a la hora de analizar muchas
cosas, entre ellas la
literatura. Me viene a la mente El amante, de Marguerite Duras, escrito
desde una perspectiva de cuatro o cinco décadas a partir de las vivencias que
le dieron origen, pero que es una literatura más matizada por la poesía, la memoria. El verdadero
arte de una prosa dirigida al erotismo sería exaltar el goce erótico y no
hacerlo grotesco, que es lo que se hace por lo general: hacer del sexo un
grotesco, algo absurdo que consigue un efecto contrario. Eso sería el verdadero
erotismo y no la descripción grotesca de cópulas infinitas y de los príapos
totales, que es lo que hace mucha gente y piensa que así resolvió el problema
de hacer literatura. Se ignora la condición «sagrada», «poética » de la sexualidad.
En 1991 El esplendor y el caos, el
siguiente libro de Delfín Prats, termina
publicado por Ediciones Holguín. A dicha obra le sigue Cinco envíos a Arboleda, volumen que obtiene el
Premio de la Ciudad
y con el cual su autor abandona momentáneamente la poesía para establecerse más
en la prosa.
Tengo el librito ese que se llama Cinco
envíos a Arboleda, pero ya me convencí de que no soy narrador.
En 1994 aparece Abrirse las Constelaciones. Es
casi todo. Su obra es exigua y se encuentra superpoblada de descuidos
editoriales como erratas y diseños nada elocuentes.
He tenido muy mala suerte con los editores. Terribles erratas. Por
ejemplo la compilación de poemas míos llamada Abrirse las constelaciones salió con más de cien. Aquí en Holguín
logramos introducirle una fe de erratas de noventipico, pero tenía más. Y a ese
que se llama Cinco envíos a Arboleda
el editor lo destrozó completamente. A veces pienso que lo hicieron con toda
intención. Porque ese librito mío bien editado es un libro para ser leído… no
está mal escrito, obtiene el Premio de la ciudad. Quiero
reeditarlo, veremos a ver si puedo. Tengo que sentarme a trabajar en él. El
problema es que no sé manejar la computadora.
A mí, que apenas le voy
conociendo, esto último que dice me hace pensar que Delfín Prats tiene muchos
enemigos. Pero, qué han de enemistarle otros creadores si ya este hombre no
escribe, no posee más que un reconocimiento lejano. Luego, aclara:
No tengo enemigos pero contrincantes sí.
Lo ha dicho en broma,
irónicamente. Solo que la ironía siempre
me ha parecido mucho más a tener en cuenta que las palabras cargadas de
seriedad, y lo agrego.
El problema es que el editor se desentiende rápidamente del texto. El
único libro que salió bien editado fue Para
festejar el ascenso de Ícaro, sin una sola errata. También Lírica amatoria, publicada por Lourdes
Gonzáles. Eso que me sucede con los libros se llama mala suerte, también mal
karma. Tengo mal karma, no hay dudas.
¿Tal mal karma lo ha llevado a
estudiar la filosofía oriental?, busco su opinión en uno de los temas
predilectos por él: el budismo, el islamismo, las religiones comparadas.
Tratando de estudiar la filosofía oriental he topado con libros
sapienciales prodigiosos como son el Tao
te king o el Bhagavad gita o con
la existencia de libros que son inaccesibles como el Libro Tibetano de los Muertos, que nunca he podido leer. O los
sutras budistas. De los sutras tengo uno, regalo de un buen amigo: el Sutra de
Hui Neng, que incluye los comentarios de este autor, el sexto de los grandes
maestros fundadores del budismo Chían en China. En estos libros un lector sin
prejuicios puede encontrar la poesía auténtica. Y si uno pudiera profundizar en
el estudio de la filosofía de la
India encontraría algunas certitudes que han sido luego confirmadas
por la ciencia, como es la del carácter cíclico de la evolución o involución
del universo, tema de la astrofísica. Actualmente la ciencia considera que
el universo evoluciona o involuciona cíclicamente desde siempre. Ahora estamos
en una etapa de un ciclo evolutivo, no al final todavía, pero sí bastante
avanzado. Entonces llega el momento en que el universo vuelve a contraerse y
desaparece para de nuevo volver a surgir al cabo de un periodo determinado de
tiempo. En la filosofía de la
India eso de llama Kalpa,
un Kalpa es un periodo de tiempo
enorme, inmenso, que es lo que dura un universo. Al final del Kalpa se dice que ocurre el pralaya, que es la disolución, o la
absorción del universo inmanifestado.
Eso se repite cíclicamente. Uno puede aprender todo eso. Claro, hay
cosas que para el occidental resultan muy difíciles. Nosotros estamos como que
genéticamente constituidos a partir de nuestro modo de pensar, digamos. Creemos
en una historia rectilínea, en un tiempo que partió de cero y que va directamente
hacia algún objetivo. El pensamiento chino se basa en presupuestos
completamente diferentes. Para entender ese pensamiento es muy importante
leerse a los maestros del Taoísmo, que es una de las dos filosofías primarias, existentes
en China antes de la penetración del budismo, como son el Taoísmo y el
Confucionismo. Esta última es una filosofía práctica, que es filosofía yang
para la vida. Es
decir para el gobierno del estado, para la educación de funcionarios, para el
desenvolvimiento de la vida social y económica. Por su parte, el Taoísmo sirve
para la vida individual, para el desarrollo interno de los individuos es yin y
forma con la filosofía yang una unidad ya que el pensamiento chino se basa en
la oposición de los complementarios. Yin no se opone a yang sino que lo
complementa y viceversa. He tratado de leer todo lo posible, de invertir mucho
tiempo en el asunto. Es por esta razón que he descuidado la literatura
artística. En occidente, Aldous Huxley pudo estudiar a fondo estas cuestiones y
trató de ellas en su libro La filosofía
perenne, donde ofrece trozos escogidos de todas las diferentes formas de
pensamiento, lo mismo te puedes encontrar algo de los taoístas, algo del Budismo,
del Vedanta, de los sufíes musulmanes conjuntamente con fragmentos de
pensadores cristianos para los cuales el contexto de lo divino, la relación con
Dios se plantea desde una perspectiva mística. Huxley escribió también una novela
cuyo tema es una isla utópica donde expuso, a modo de ilustración, las ideas de
la Filosofía perenne.
Es un lugar, una isla, donde había imperado un régimen budista con elementos
tántricos, hinduistas-tántricos y nos muestra como aquella gente solucionaba
sus problemas. Los mismos problemas que nos acucian ahora, la alimentación, la
educación, la procreación (que solucionaban maravillosamente bien mediante la
cópula tántrica sin emisión seminal), en fin, mi búsqueda de esa filosofía fue
casual.
Lo cual no quiere decir que
ahora sea literalmente un creyente; aunque, ha dicho Delfín Prats que creer es
algo importante para el individuo.
Uno necesita creer en algo, aunque sea en la naturaleza original.
Acuérdate que yo he leído y sigo releyendo al sexto y último de los grandes
maestros. Te ensañan a creer en la naturaleza original, común a todas las criaturas.
Te realizas a partir de ti mismo. Eso es, ciertamente mucho más difícil que
confiar en que algo -o alguien- exterior está velando por ti y está tratando de
ayudarte, y que también hay una cosa opuesta que está tratando de joderte. En
el pensamiento oriental bien entendido todo dualismo falla. Sí, sí, quizás en
algún momento me entusiasme y ofrezca una conferencia al respecto. Pero es que,
mira… uno no debe tratar de enseñar una doctrina. Eso es muy peligroso y eso lo
ensaña el sexto patriarca. Te enseña que no se predica una doctrina. Por eso a
cierto budismo se le llama Dharma Adharma,
la religión de la no religión. Porque también hay un budismo que cree en el
buda de la luz infinita. El sexto y último de los grandes maestros dijo que no
importaba que tú creyeses en el buda de la luz infinita y en el paraíso
Sukavati porque ¿qué hay de malo en eso? O sea, tú puedes creer que Jesús está
ahí y que te va a salvar y está bien. Si eso te ayuda, perfecto. A mi me gusta
hablar sobre esto. Claro, con personas desperjuiciadas y que no traten de
utilizar este tipo de ideas para crear sectas, para separarse del cuerpo social
en una cofradía de seres distintos, iluminados, vestidos de blanco. Estas cosas
son útiles cuando le das taller desde una perspectiva desperjuiciada que aplicas
para desarrollar tus conocimientos y que es algo noble, que no está demás. Son
cosas muy lindas, muy relacionadas con la poesía. No sé si sabes que en Japón no solo la
poesía, sino también el arte de los arreglos florales, el arte de la ceremonia
del te, y algo genial, que es la ciencia de los samuráis, el arte -o las artes-
marciales, hallan su fundamento precisamente en el budismo Zen. Es decir, el
dominio que esos señores adquirieron de su arte marcial, en su base, hay un
pensamiento filosófico originario de China y de la India, pero aclimatado y
desarrollado en Japón.
Entre los últimos trabajos
literarios realizados por Delfín Prats,
uno es la antología de poesía El Huracán y la palma, libro que recopila la poesía de diversos
autores cubanos.
Todos los grandes están en esa antología. Desde Heredia, pasando por
Casals y Martí hasta llegar a Gastón. Me faltan incluir en el libro algunos
poetas que han muerto, que serían Heberto Padilla, Ángel Escobar, Luis Rogelio
Nogueras, Novás y Luis Suardiaz. Pero, eso no va en la entrevista porque sale
publicada y mañana hacen la
antología. Ya en Holguín hubo quien se apropió de la idea,
pero sin originalidad.
No obstante “El Huracán y la
palma” hablamos de una antología personal. Aquella que debe hacerse con
los poetas más influyentes en su obra, y
que son los mejores según criterios del propio Delfín Prats.
En una antología de ese tipo tienen que estar Heredia, Zenea, Julián
del Casal, José Martí, José Manuel Poveda, Nicolás Guillén, Tallet. De Orígenes: Lezama, Eliseo Diego, Virgilio
Piñera y Gastón Baquero. De la generación del cincuenta nada más estarían
Heberto y Suardiaz porque los demás están vivos. Apenas Proserpina les de la
bienvenida en su reino, entrarán en la antología.
Delfín Prats manifiesta
simpatía por la obra de Gastón Baquero. ¿Coincidieron en alguna ocasión?
Durante el encuentro de poesía La Isla entera coordinado por el Instituto de Cooperación
Iberoamericana de Madrid. Era un momento
en el cual estaban presentes Pablo Armando, César, Heberto, Gastón Baquero. Todo
el mundo presentó una ponencia en esa reunión, que fue poética sobre todas las
cosas. Entonces coincidí con Gastón en un estanquillo de revistas. Iba con
Reina Maria Rodríguez en un auto, que manejaba un amigo de ella cuando dijeron
ellos: Mira a Gastón. Estaba en un estanquillo de revista. Bajé para despedirme.
Le dije: Maestro, ya me voy; y él me compró el diario El país y me lo regaló. No tuve una larga conversaciones con él,
debí haber aprovechado el momento, pero no soy periodista…
Su admiración por Gastón
Baquero le hace decir más:
Gastón se quedó sin grandes premios. Merecía el Cervantes. Dulce Maria
también era merecedora del premio porque hay una trayectoria en Dulce Maria
interesante, la vida que vivió, el hecho de representar algo así como el país.
Otro de los momentos, junto
con aquella publicación de Lenguaje de mudos, más controversiales en la vida de
Delfín Prats se relaciona precisamente con un antiguo amigo, el escritor
holguinero Reinaldo Arenas. Arenas convirtió a Prats en personaje de alguna de
sus obras, entre ellas, quizás la de mayor renombre, sus memorias, Antes que anochezca.
Amigo es una noción excesiva cuando se habla de Arenas, sabido es que
rechazaba el amor y la amistad, se jactaba de utilizar a las personas tanto
para fines literarios como extraliterarios. El personaje que crea Arenas es
exagerado si se compara con el muchacho que yo fui. Un muchacho mucho más
inocente, mucho más ingenuo que el personaje de ficción. No es que quiera defenderme
ahora, pero yo era un romántico, uno que ballaguianamente se paseaba «con el
ombligo al viento» por playas y tugurios. Reinaldo es un gran fabulador y
entonces, a partir de los elementos más triviales construía una cosa novelesca.
Las peripecias que me atribuyó fueron tremendas. En su escritura todo está
hiperbolizado. Esa es la gran virtud del libro que has citado. Como testimonio
su escritura falla, como literatura de ficción no. ¡Cómo supo ficcionar todos
aquellos años! Aquellos viajes en tren, donde hay cierta dosis de verdad. Es
cierto que nosotros cogimos más de una vez el tren aquel en el que ibas de pie
entre un tumulto de seres más que generosos, pero en ese tren no se podían
hacer aquellas cosas que describe, delante de todo el mundo. Por mucho que uno
quisiera, aunque tuvieses el partenaire
disponible, no podía. He leído el libro muchas veces y me entretengo muchísimo.
No obstante, debe haber sido
difícil para usted verse involucrado en un libro como Antes
que anochezca, más si su intención nunca
fue abandonar el país, disentir del proceso revolucionario- insisto.
Una vez trajeron el libro aquí a la UNEAC y fue de esa manera como yo pude leerlo.
Estaba muy preocupado porque el libro me atribuye tantas cosas…pero bueno,
después me reconcilié con él porque todo era una jodedera. En realidad lo que
no creo es que determinadas autoridades creyeran que el libro era jodedera. Y
es que el libro tiene momentos muy duros, aspectos críticos. Pero, bueno, yo
estaba acá. Habían pasado muchos años de los supuestos hechos que narra, así
que estaba bastante limpio. El hecho de que aparezca este personaje que se
identifica conmigo me pareció a la larga un hecho positivo. La sátira de las
costumbres, la literatura satírica ha existido desde tiempos bastante lejanos.
Ahí están las obras de Luciano de Samosata, escritor muy del gusto de Reinaldo,
que escribió en ese interesantísimo momento en que el mundo grecorromano y
helenístico transitaba hacia el cristianismo.
Reinaldo Arenas dice que
Delfín Prats era un Hiram Pratt talentoso y satánico.
No creo haber sido satánico. Era un muchacho joven, muy joven entonces.
También afirma a Hiram Pratt
como uno de los mejores poetas de su generación, pero que terminó alcoholizado
y envilecido.
No podría creerme eso de ser uno de los mejores poetas de mi
generación. Y ¿de qué generación? Había llegado tarde al Puente, pero tampoco
tenía cabida en El Caimán, casi todos
universitarios y excluyentes de ese tipo de discurso que yo traje a esa década,
donde sobrevivía un neoromantisismo anquilosado. Creerse entre los mejores de
esa década o de esa promoción sería un acto de vanidad. A la hora de señalar
afinidades pues creo que mi escritura poética estaba más cerca de la de Lina de Feria o de los
primeros libros de Nancy Morejón. Lo de envilecido es circunstancial, lo de
Alcoholizado, bueno… confieso que he bebido, y que casi todo lo que he escrito
lo debo al poder de las molestas resacas. Es algo que coincide a la bohemia que
viví durante aquellos años, con mi disfrute de la noche habanera. Fue una vida
muy intensa.
Continúa aclarando otros
detalles: se graduó en la Unión Soviética, regresó con su título, nunca
estuvo en ningún campo de concentración en oriente, y afirma:
Reinaldo mintió poética y prosaicamente en el libro.
En relación con Reinaldo Arenas yo quisiera agregar algo. Que he sido
asediado por cierta prensa y tragado el anzuelo y he tenido que hablar de cosas
que son poco alegres, poco festivas. Por lo que he tenido que tomar la decisión
de valorar monetariamente - y no de manera humilde - las posibles entrevistas
futuras de este tipo. Por eso espero que me dejen en paz.
No cultivo el pasado, no cultivo los recuerdos, mi momento es el de
hoy. Lo que quiero decir pretende resumir y cancelar el tema. Reinaldo fue un
tipo talentoso y le sobra genio. Pero en su momento le faltó la inteligencia
para discernir de qué lado estaban la verdad y la justicia. Una obra
puede estar muy bien escrita, incluso puede mostrar la belleza que cierta vida
marginal o delincuencial posee, a lo Villon, digamos, pero lo que la posteridad
no nos perdonaría es que adulterásemos los hechos de nuestra vida a favor de
mezquinos intereses. Su actitud de los últimos años, en la emigración, así como
sus últimas palabras, lo arruinan para siempre.
Tú tienes que mantenerte fiel a ti. Yo mismo me he negado siempre ha
que se me utilice. Ya una vez hubo una intención. Allí están los periódicos. A
Ginebra una persona llevó mi nombre como que era perseguido político en Cuba,
que andaba por La Habana
pasando hambre. Y en realidad no, yo estaba aquí en Holguín, tranquilo. Tuve
que ir hasta La Habana
a aclarar el asunto. A lo largo de toda mi vida he mantenido ese tipo de
actitudes. He viajado, he estado allá, me he negado a hacer declaraciones, a
inventarme una historia de perseguido político y vivir de eso. Porque tú puedes
inventar una historia de abusos y persecuciones, y además hacerla coherente, y por
un tiempo te tomarán en serio, después también te cogerán para el trajín. Cuando
no produzcas ya quedaste. Yo estoy viviendo en mi país, y cuando tú estás en un
país tienes que aceptar todas las formas civilizatorias que rigen la vida en
ese país. A mí nunca me interesó el exilio.
Al término de este
intercambio, me llama la atención cómo un hombre de un pasado como el vivido
por Delfín, entre tantos amigos, tertulias y demás peripecias, se encuentre tan
solo. ¿Y los amigos? ¿Dónde están los viejos amigos? ¿Tiene amigos Delfín
Prats? Entonces bromea.
Los dos gatos. No sé si sean los gatos. También es cierto que me han
incluido en las antologías, vamos a considerar que haya sido por amistad.
Hablemos en serio. Pienso que en realidad yo tengo buenas relaciones con mucha
gente, todo el mundo me trata y yo los respeto a todos, aunque no puedo leer
tanta superabundancia. Ahora, lo de la amistad es una cosa tan distinta. A lo
mejor también es que yo no cultivo los amigos. Pudiera ser este el hecho de yo
esté tan apartado todos estos años.
Fue usted merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional
y no asistió a recogerla cuando debía. Tampoco recibió el David en tiempo y
forma, como ya explicó. ¿Tampoco valora los premios?
Yo no fui a recoger la
Distinción por la Cultura
Nacional, es verdad. Estaba viviendo cerca del cementerio
entonces. Tenía que salir de noche y yo estaba un poco acomplejado por este
problema (señala su dentadura). Y sencillamente no fui. Es posible que el día
anterior me haya tomado unos traguitos y estuviera resacado. Después me lo
entregaron en otro marco, más íntimo todo. Es un problema de imagen. ¿Entiendes?
Claro que uno logra entender a
quien más o menos viene siendo Delfín Prats, que no Hiram Pratt o Delfín Prust.
Y la que se intentó describir como su casa. De ambas se infiere su vida. La
vida de ¿un poeta?, ¿un escritor?, ¿acaso un intelectual? ¿Cómo prefiere por
fin que se le defina?
En realidad, me molesta si por la calle me gritan poeta. Pero si en un trabajo
de exégesis literaria me nombran como tal yo me siento orgulloso. Por la calle
va el individuo común y corriente que tiene que enfrentarse a los rigores de la
existencia que te obliga a comer. Sin embargo, en los medios académicos uno sí
se siente satisfecho cuando te llaman poeta. Que en el Pedagógico me hagan un
homenaje, que un antologador no se olvide de mí y ponga mi poema en su antología:
eso es muy reconfortante. No creo que en ello haya una gran vanidad.
foto: Kaloian Santos Cabrera
Publicado por La Gaceta
de Cuba. No 3. mayo-junio. 2006.
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