Recuerdan los viejos de la familia que treinta y ocho significa
dinero en la charada. En cuanto hablamos, por mi cumpleaños, todos se fueron a
apuntar con el bolitero de la cuadra. En cada cuadra hay también un bolitero
en Cuba, el personaje que con familiaridad y discreción pregunta si quieres
jugar alguno.
Casi siempre alguien quiere jugar un número – y arriesga su
poca fortuna por hacerlo-, porque todo el mundo sueña y tiene visiones en Cuba –
como ha de tenerlas en cualquier parte dentro y fuera del universo, no sea que alguien
llegue a creer que los sueños son patrimonios de los terrícolas- pero esos
sueños y visiones muchos lo quieren canalizar a través de la charada.
De modo que si en realidad fue certera la intuición de los
veteranos de mi diezmada tribu, alguno habrá podido materializar su suerte y
habrá comprado al menos tres libras de carne de cerdo al día siguiente con las
cuales cocinaría un buen fricasé que devoraría a mi nombre mientras yo empezaba
a desandar los treinta y ocho y poco adinerados años de mi existencia.
Treinta años atrás pensaba que a estas alturas sería por lo
menos millonario y que podría salir del garaje de mi vivienda, que sería un
rampa de caras al cielo, en una deslumbrante nave espacial gracias a la cual me
tomaría dos minutos llegar al trabajo, que sería tal vez en una prometedora empresa
relacionada con satélites y esas cosas.
Entonces leía la revista Misha, y los ilustradores soviéticos
eran muy fantasiosos. También me leía los Comic supervivientes en las gavetas
de mi casa. Y las historietas cubanas que hablaban de seres de otras galaxias y
de mambises empecinados. De niño uno soñaba con el futuro, pero nunca pensaba
tener treinta y ocho años en la vida. Pensaba cosas más trascendentales y no se
dejaba llevar por el rostro de los adultos, que pasado los veinticinco parecían vejestorios.
Yo, incluso, pensé quedarme en los veintisiete; no como los
grandes mitos del rock sino porque a esa edad tuve un accidente. Pero, después de los veintisiete vinieron los
treinta y uno por uno han ido pasando los años hasta tomarme de sorpresa los treinta
y ocho.
Desde la altura de la edad veo que hay niños que siguen
soñando, y otros que no sueñan porque no tienen tiempo para hacerlo y se ven
sumidos en la precariedad.
Y aquí estoy medio infantil todavía; sin empresas de satélites
en las que me haya insertado y sin haber visto jamás rampas en el garaje de las
casas; pero a las puertas de la paternidad, sirviendo de inspiración a los más
viejos de la tribu y pensando. Eso, creo, es lo fundamental.
ilustración de Vitali Goriáev. tomada de:http://actualidad.rt.com/cultura/view/19823-Las-historias-americanas-y-antiimperialistas-de-un-ilustrador-sovi%C3%A9tico
ilustración de Vitali Goriáev. tomada de:http://actualidad.rt.com/cultura/view/19823-Las-historias-americanas-y-antiimperialistas-de-un-ilustrador-sovi%C3%A9tico
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