gonzalito rubalcaba en buenos aires, 2015 |
Comienza con la mano derecha. Un dedo, y solo la
mano derecha rozando las teclas de un imponente Steinway & Son. Después mirará al frente, al pentagrama más tarde, alguna vez. Luego
la otra mano se suma al juego de martillear el mecanismo para sacar resonancias
caprichosas que hemos identificado como música, recuerdos y palabras, objetos, olores, colores, sabores como dijera el poeta.
Tarda un poco en dialogar
con el público, y cuando lo hace es para decir que le produce pánico hablar
ante tanta gente. El teatro está lleno, y queda en Buenos Aires,
cerca de una costa donde no nadan ballenas. Pero la sala se llama así: la
ballena azul. Y es inmensa. Y está llena de personas de cualquier edad. Han llegado para
verle.
El jazzista se llama Gonzalo,
pero todos le dicen Gonzalito. Gonzalito Rubalcaba era casi un niño cuando su
manera de interpretar la música sacaba halagos de afamados intérpretes,
compatriotas suyos o visitantes colosales como Dizzy Gillespie.Tocaba en casa, en teatros y restaurantes de una ciudad así en la paz como en la guerra.
Al rato dice el pianista que ha tratado de no
aburrir al público, a quien sigue ofreciendo temas de su disco Fe (2010). Los
alternará con piezas conocidas del repertorio internacional no específicamente jazzístico. Bésame mucho. El mil veces versionado Manisero. También dice que tocar solo es una tragedia, un reto que requiere mucho apresto.
Debe el instrumentista dar la impresión de estar acompañado cuando no lo está. O,
como dijo Gonzalito, se trata de constatarlo: nadie se encuentra solo, siempre hay
algo que lo acompaña a uno.
Anoche le acompañaba la música que produce el
martilleo dentro de su piano que a la vez es el martilleo dentro de su cabeza donde
confluyen ritmos de infancia y adultez, tropeles cubanos y norteamericanos que
a la vez han sido africanos y europeos, humanos.
Hace mucho el pianista se estableció en Estados Unidos.
Desde entonces un pie pisa La Habana. El otro, Florida. El pie del pasado y el
presente fundidos en un cuerpo musical. Y ahora bastan dos manos. Una. El dedo índice
al teclear la música.
foto: Kaloian Santos Cabrera
No hay comentarios:
Publicar un comentario