Leído Arto Paasilinna. Al menos tres de
sus novelas, las que publicara Anagrama entre 2008 y 2012 gracias a las
traducciones de Dulce Fernández Anguita, Úrsula Ojanen y Juan Carlos Suñén, los
dos últimos encargados de traernos desde el finés la memorable El año de la liebre.
No es que La dulce envenenadora y Prisioneros
en el paraíso sean piezas para olvidar, sino todo lo contrario. Pero la primera me parece una
historia todavía más entrañable. Argumento: Vatanen es periodista y acompañado
de un fotógrafo viaja por asuntos de trabajo. De repente una liebre se le cruza en la
carretera y termina atropellada, hecho que lo obliga a abandonar el auto, dándole
la espalda al fotógrafo que lleva el auto, a sus proyectos inmediatos y con
ellos a su rutinaria vida para entregarse a un incierto futuro. Todo a costas
del manso y amoroso animal.
“-Pues aquí estamos- dijo el hombre a la
liebre.
Esta es la situación: El hombre estaba
sentado, solo, en el bosque, en chaqueta, bajo una noche de verano. O sea:
había sido abandonado a su suerte.”
La novela se desarrolla en ciento ochenta y una páginas y tiene el
vertiginoso ritmo de un buen libro de aventuras. Unas diez más tiene La dulce envenenadora; sin embargo,
apenas se nota la prolongación entre viajes en barco, auto y los furtivos escapes de una
aparentemente mansa abuelita.
Igual cantidad de hojas necesitó Paasilinna para el desarrollo de Prisioneros en el Paraíso. Es esta historia no hay tanto movimiento, sin embargo, todo sucede por el movimiento: un accidente de avión. Cuarenta y ocho personas – de las cuales veintiséis son mujeres y veintidós hombres- perdidas en una isla de la cual desconocen se encuentran en guerra. Y lo que ocurre en la isla, además de representar una sátira a las sociedades modernas, también constituye una inolvidable aventura.
Igual cantidad de hojas necesitó Paasilinna para el desarrollo de Prisioneros en el Paraíso. Es esta historia no hay tanto movimiento, sin embargo, todo sucede por el movimiento: un accidente de avión. Cuarenta y ocho personas – de las cuales veintiséis son mujeres y veintidós hombres- perdidas en una isla de la cual desconocen se encuentran en guerra. Y lo que ocurre en la isla, además de representar una sátira a las sociedades modernas, también constituye una inolvidable aventura.
Si en El año de la liebre un hombre se deja llevar por el instinto natural y puede dejarlo todo por proteger a una
criatura salvaje, la anciana Linnea Ravaska no estará en menor grado a
disposición del pálpito básico de un ser humano.
Recordemos: Linnea es octogenaria y fue
retirada con grados de coronel de las fuerzas armadas. Pero de repente la
codicia del sobrino y sus amigos se convierten en su amenaza. Para deshacerse,
después de sufrir las continuas visitas y consecuentes desmanes, un día aparece
la solución ante sus ojos. A partir de ese momento hace lo que le permite
su ingenio para darles la lección, algo que el lector sabrá si se decide por la
lectura. De hacerlo, verá que estás son las últimas palabras del libro: “Unos auténticos
caballeros, los tres… y una dama es una dama, incluso en el infierno.” ¿Por qué?
A leer.
La intención de supervivencia así como
la necesidad de escapar de la civilización en pos de una existencia feliz se impone
en estas historias creadas por quien naciera en 1942 en la ciudad de Kittila.
Con una escritura directa y ágil, llena
de un humor irreverente y situaciones inauditas, la obra de Pasaalinna queda marcada por la actitud escapista de sus personajes.
Y sus historias, como en la obra de todo escritor, parecen sacadas de la
experiencia. Periodistas y trabajadores forestales son frecuentes en argumentos
que se desarrollan en Helsinki o ciudades del interior de Finlandia, a donde han
llegado para enfrentarse a la naturaleza o, mejor: para convivir con ella.
Quizá alguien pudiera pensar que un
autor editado por la empresa que fundara Jorge Herralde no necesita de un blog para incrementar sus ventas, pero no se trata de vender. Se trata de haber descubierto a un autor digno de tener en cuenta. Arto Paasilinna no es
un escritor cualquiera. Es un magnífico contador de historias y pertenece a una literatura en la
que se inscriben nombres como los de Mika Waltari. Ojalá se traduzcan alguna vez en Cuba las
novelas de paasilinna. O al menos que se puedan leer allí. Y en cualquier parte. Porque la obra del filandés urge de lectores.
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