garcía buchaca y ordoqui, 1960 |
Allá por los años sesenta todavía se
pronunciaba en Cuba y con bastante frecuencia en los medios culturales el
nombre de una mujer elegante, recia y poderosa. Su autoridad estaba sustentada en
la militancia política a la cual se había entregado desde los trece años, pero probablemente
y con la misma fuerza debido a sus relaciones amorosas dentro del partido al
que estaba afiliada. Su nombre, Edith García Buchaca. Y, aunque los datos que
siguen pertenecen a la chismografía, son necesarios para ilustrar en pocas
líneas la vida de una mujer con temperamento y cultura.
Había nacido en 1916
y los primeros actos que la hicieron más o menos conocida se relacionan con su separación
del también militante comunista Carlos Rafael Rodríguez, cienfueguero de quien terminó
divorciándose de modo escandaloso para consumar su pasión secreta con otro compañero
político, el no menos vehemente Joaquín Ordoqui, duro del Partido Socialista Popular
(PSP) y hombre que triunfada la
Revolución llegaría a viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Si no es por la vinculación del
matrimonio con Marcos Rodríguez, delator de los
revolucionarios de Humbolt 7 (sitio donde la policía batistiana masacró a cuatro
miembros del Directorio Revolucionario sobrevivientes del ataque al Palacio Presidencial)
más de una escuela llevaría hoy por nombre el de Joaquín Ordoqui, quizá hasta hubiésemos visto su rostro en un parque o algún programa de televisión. Sin embargo, aquel juicio público transmutado en juicio político fue
lo suficientemente escandaloso para que ambos terminasen confinados a una
prisión domiciliaria que devino tumba silenciosa para ambos.
García Buchaca recibió con este
hecho una zancadilla demoledora. Su poderío en el Consejo Nacional de Cultura (a cuya secretaría llegó luego de haber integrado la
Dirección de Cultura del Ministerio de Educación cuando encabezaba la Sección Cultural
del PSP) daba la impresión de seguir in crescendo.
Desde el CNC condujo no pocos proyectos
plausibles, pero ninguno de ellos pudo detener su incontenible actitud dogmática. Debido a semejante forma de actuar múltiples artistas terminaron proscritos y no pocos proyectos fueron mutilados, siendo el de mayor eco la
censura del cortometraje P.M.
relacionado por carambola con Lunes de Revolución, aunque en principio lo
estuviera directamente con el periódico Revolución
y su director Carlos Franqui.
García Buchaca, quien escribió y publicó
La teoría de la Superestructura, folleto donde expone sus concepción ortodoxa
del marxismo-leninismo en la cultura, llegó a ser fundamental en la famosa
reunión que pasó a la historia con el nombre de “Palabras a los intelectuales”, tres encuentros candentes en la Biblioteca Nacional para dejar fijada, a la larga de manera confusa,
la política cultural de la Revolución. Quedaban atrás así dos años y medios de aciertos y tanteos, tiempo largo en el cual los políticos y los intelectuales (comprometidos)
mantuvieron un coqueteo amable y hasta reciproco con el Gobierno Revolucionario.
La semana pasada murió con 99 años cumplidos
Edith García Buchaca. No puedo más que desear haya escrito alguna vez sus memorias
para conocer algún día el punto de vista de quien fue protagonista en una época
tempestuosa dominada por (como les definiera Alfredo Guevara) una “generación
de mandones”. Así quedarían develadas ciertas interioridades de una vida arrollada
por las mismas turbulencias que azotaban al país. De momento lo único que hemos
leído son dos o tres notas necrológicas en las que, como era de
esperar, se subrayn todos estos momentos, aquellos días donde su forma de actuar parecía esclava por una creencia perniciosa. Se ha escrito con la lógica dureza con la cual
estuvo marcado su actuar. Se ha escrito pero persisten algunos misterios. Y habrá que esperar. .
No hay comentarios:
Publicar un comentario