Cierra el 2014 para los cubanos con una
especie de turbación, y lo digo no porque me remita a exploraciones individuales
y concernientes al plano psicológico, donde las perturbaciones siempre han
estado y estarán. Me refiero a los cubanos como un universo expandido, como
elementos de una célula eucariota cuyo verdadero núcleo son los recuerdos y la
certeza de pertenecer a la etnia que habita ese lugar al que a veces algunos reducen
a un sueño pasado, sueño al cual permanecerán
ligados de manera inevitable mientras les quede una partícula de oxígeno a su
cerebro.
La turbación tiene que ver con las
noticias, con una noticia específicamente, con la gran noticia al decir de
algunos porque lo es teniendo en cuenta lo que habrá de significar para el
cubano, que es generalmente un tipo de piel quemada por el sol, más bien delgado, y
bromista, un soñador de ojos brillantes y profundamente melancólicos, y esa melancolía
profunda define los ojos de las cubanas, que son más prácticas, de clara piel
algunas, y suaves y severas a la vez, y persistentes y sensuales a cualquier
hora pese al verano.
Somos en sentido general sensuales y
tercos como somos escépticos por naturaleza. Porque aunque no lo parezca
tenemos memoria, y recordamos anécdotas. A veces a nuestra mente vuelve como
deja-vu alguna imagen o nombres o momento. Hay quien recuerda que cuando hemos
estado por realizarnos algo sucede para que se quiebre esa realización total y anhelada
desde hace mucho tiempo, quizá desde antes de que algunos lo soñaran sobre una
mesa de madera en plena manigua, desde que oliendo a yerba y desde la montaña soñaran
como debía ser el cubano cuando al fin llegara su realización.
Sabe el cubano, y las cubanas lo saben
igual, que cuando en la célula eucariota el núcleo parece realizarse no sucede
igual con sus componentes, porque pareciera que para la organización del
sistema, para que no retroceda y termine convertido en una célula simple y
desorganizada, sus componentes deben padecer la rígida ordenación que permite
la continuación de su núcleo, que en este caso no es la capacidad de soñar y
pensarse, sino una estructura que la fija y controla.
De estructuras para controlar, de
núcleos están lleno este mundo celuloso. Y por escéptico sabe el cubano que no
siempre los núcleos actúan como él lo quisiera, por muy voceros suyos que
parecieran ser y por muy buenas intenciones que tengan, por mucho que con él se
identifique un núcleo siempre es un núcleo y siempre será la estructura cerrada,
el coagulo circular donde suele replicarse la esencia de una nación que, sin
embargo, escapa a lo que dentro de él sucede, que es una ebullición de
sustancias, una confusión de química y cataratas de cortocircuitos.
Por todo. Por los golpes y las caricias,
por lo amargo y lo duce, por la promesa incumplida y la realización el cubano se volvió escéptico.
Y aunque alegre, siempre sonriente y bromista y chistoso ha aprendido como
Santo Tomas a ver para creer. Y en eso estamos este fin de año para algunos
frío, para otros cálido, pero envuelto siempre por el aroma de un cerdo asado imaginario o real. Porque eso también somos, sentido y gusto, el sabor y la boca que habla, o debe, y debe.
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