En 1965 se publicaron en Cuba las
sonadas “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury. Sucedió gracias a una colección
de nuevo tipo que incorporaba a su catálogo Ediciones R, olvidada editorial del
periódico Revolución. Detrás de la “Serie
del Dragón”, estaba el grande Oscar Hurtado, uno
de los primeros coterráneos en escribir y promover la ciencia ficción en la Isla.
Con diseños de Chago (Santiago
Armada), Bradbury hizo su aterrizaje en 1965 en un libro de visualidad
agradable, interesante edición y buen papel. Pero, lo más curioso, al menos
para mí, resultó el trueque que convirtió el libro (el mío es la prueba) en un
ejemplar verdaderamente único. Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, se lee en la
portada. Y hasta ahí todo estaba bien. Sin embargo, cuando encontré el texto
hace unos meses, en una venta particular de libros usados, advertí que de
Fahrenheit 451 aquel ejemplar solo tenía la portada. Dentro, en su tercera
página, me enteré: era en verdad Crónicas marcianas.
Ambos títulos de un mismo autor
estaban incorporados a la "Serie
del Dragón", prevista a comenzar con Bradbury, proseguir con una
autora cubana (Evora Tamayo y su La vieja y el mar) y entonces ofrecer al
lector cubano, al fin, Fahrenheit 451. ¿Qué sucedió que el libro padece esta
elipsis de la imprenta? No lo sé. Nada más puedo asegurar que ahora, en mi
poder, tengo la más rara pieza de los libros de Bradbury editados en Cuba, casi
otra broma de Oscar Hurtado: Las Crónicas de Marte que fueron Fahrenheit. O
viceversa.
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