Una expresión pretérita advierte
que La Habana
es Cuba y lo demás son áreas verdes. Y aunque provoque la ira de los que vivimos en
“el interior”, el asunto se acentúa incluso sin que la persona que lo traiga a
colación sea consciente del problema que puede causar una frase. También sucede
con otros lastres, como el racismo, la homofobia o el machismo. Miles de
chistes azuzan algún tipo de discriminación todos los días. Chistes hechos por
niños, mujeres y hombres.
El otro día miraba la sección
infantil de Buenos Días, revista informativa que se transmite de 6 y 30 a 8 y 30 de mañana por Tele
Rebelde. Surgió en los años noventa y entonces contaba con un concepto más
atractivo, pese a mantener algunos aspectos fundacionales. La sección fue
fundada por Wendy Guerra, cuyo personaje para dialogar con el público matinal
era, si no me traiciona la memoria, el de Campañilla. Desconozco si entonces Guerra había empezado a
escribir, lo que si sé es que el espacio lucía atractivo e inteligente gracias
a su talento como actriz. También debo apuntar que Campanilla (según lecturas
digitales) sería el seudónimo con el que aspiró al Premio Bruguera para su
libro Nieve en la Habana.
El espacio infantil, bautizado
ahora como Amanecer feliz, lo lleva
de la mano un equipo amplio cuyo rostro visible es la actriz Jennifer Almeida. Hace
buen trabajo y trata de impactar a los infantes con originalidad en los diez minutos
que se les ha confiado después de las siete. Lee adivinanzas, cuentan fábulas y
Almeida, convertida en mil personajes, muestran dibujos enviados por pioneros y
pioneras de todo el país. Pero, a veces se cometen deslices como aquel que
motivó este comentario.
Mientras el caricaturista Cecilio
Avilés explicaba cómo los niños podrían dibujar por su cuenta un gallo (algo
que en los ochenta hacía en la televisión su colega René de la
Nuez. No enseñar a pintar un gallo, sino
dar clases de dibujo elemental), Almeida comentó algo que no solo llegó a los oídos
de los pioneros. “Los niños del campo tienen ventaja sobre los niños de La Habana”- dijo. Allí estaba
la sutil diferencia. Y como muchos otros colegas suyos, el error parte de ciertas
frases que de tanto ser repetidas terminan sentadas en un confortable sillón en
el hall del cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario