Después del Nobel
de Literatura a Bob Dylan muchos esperamos que el Premio Nacional de Literatura en Cuba
lo entreguen, sino este año o el que viene en algún momento, al trovador Silvio
Rodríguez. Aunque… luego lo pongo en duda, en principio porque queda más que
demostrado, la academia sueca se ha vuelto más "revolucionaria" que la
estructura encargada de entregar dicho galardón en la isla (ministerio de
cultura e instituto del libro y demás), incluso desde hace algún tiempo parece
más revolucionaria y dislocada que la isla completa.
De cumplirse el
supuesto, en cuanto sea difundida la noticia pocos escritores contendrán
comentarios si no maliciosos por lo menos dichos con la intención de ridiculizar
el nombramiento. Se sabe que el de los escritores es gremio cerrado y complicado, y tales
complicaciones en Cuba alcanzan una envoltura tragicómica debido a las miserias
de la realidad. Pese al auge de pequeñas editoriales locales se sigue publicando
poco, entre ese “poco” la obra de creación tiene las de perder por sobre la de
temática política y el libro que supera una imprenta, antes de entrar, debe
haber "interesado" al instituto del libro. Superado este proceso llega la
promoción, muy pobre; de modo que ni las fanfarrias avejentadas de los premios logra
la avalancha de lectores en librerías, a no ser que los autores sean Padura o el psicólogo Calviño.
De modo que
ese, el único momento en el que un escritor podría aspirar a que su nombre
llene titulares y tal vez con suerte su rostro penetre el Noticiero estelar le
estará negado. Su lugar usurpado por un poeta, no uno común, ni
siquiera uno atormentado de esos que crean contra viento y marea en las márgenes. Luciendo la efímera corona del triunfo advertirá al trovador de
éxito y recursos, mimado por el poder (no la burocracia) que, para colmo, le arrebata la exigua recompensa en metálico
(que dada la triste y perpetua situación, resuelve) acólito estimado del galardón moral. Ante eso el propio Silvio podría tener otro
de sus gestos estoicos: podría renegar de la dotación en c.u.c. de por vida o acaso la donará a no
sé qué causa o centro. Así y todo, seguirá siendo el trovador al que un “dudoso
jurado” favorece por moda después de Bob Dylan.
Pasa eso, que
los poetas con la gracia de la música le llevan una raya a los poetas y
escritores que cuentan con la dificilisima exclusividad orquestal de las palabras. Y cuando reciben
un premio concebido bajo la estricta etiqueta de la literatura se arma una
algarada. Uno hasta se une a la oleada de apocalípticos. No es justo. Después de esto,
piensa, será el final de los libros, la literatura será otra cosa, como si un
premio (sea el Nobel o cualquiera) tuviera la capacidad de fulminar la lectura. Al fin y al cabo le entregaron el Príncipe de Asturias de las Letras a Leonard
Cohen y después todo siguió como antes, solo que hubo doce meses donde un
escritor sin coro, bajo y orquesta acompañante siguió ajeno a la posibilidad de una nueva camada
de lectores esnobistas (y se perdió la suma salvadora, que el derecho de autor nunca es demasiado).
Hay además otro
problema. Si bien Silvio pertenece a una generación, y dentro de esta a un
grupo, de la cual solo Eduardo Heras León ha llegado al máximo premio
que se concibe en Cuba para los escritores, varios de sus compañeros fueron y son
marginados de la historia nacional por una actitud rebelde que sobrepasando lo poético
les llevó a disentir del proceso político al que Silvio ha permanecido
fiel aunque poéticamente crítico. Ha sido rebelde, sí, pero no más que en sus canciones, sus letras, esas
letras que tanto han influenciado a trovadores y escritores y que por lo tanto
merecen claro un premio literario.
Recuerdo que cuando
lo entrevisté hablamos de Bob Dylan, de la candidatura al Nobel, y de la
posibilidad del Premio Nacional para él. La conclusión suya era dejar las cosas
como estaban, los trovadores a un lado, los escritores a otro. Seguro le vinieron a la mente estos dilemas de la política en tiempos en los que él ha sido un privilegiado. Pero habrán de
juntarse alguna vez poesía y música con las letras en la isla aunque duela al mundo de las letras y el papel durante
doce meses, aunque los que no son favoritos del poder guereen con razón. Peor será el hipotético momento en que aterrice en La Habana con el Cervantes. Que ahora los entusiastas enceguecidos hasta lo quieren nominar al Nobel. ¿Alguien se lo imagina? ¡Ahí sí que se podría armar!