baracoa, 2016, ap |
Quien sale de Cuba lleva a cuestas sus obsesiones. Y una son los ciclones, casi siempre huracanes, bestias de viento y agua que giran en dos direcciones y son capaces de hacer volar por los aires animales, árboles, casas y con ellas proyectos y sueños, el esfuerzo añejo de una familia completa. Los huracanes no tienen ideología pero lo persiguen a uno saliéndose de su trayectoria estimada, rompiendo el cono de probabilidades que describen meteorólogos en la televisión, entre ellos Rubiera, de esos fetiches que también terminan acosándote donde quiera que te hayas metido.
Mathew y Rubiera llegaron juntos a Buenos Aires, uno al lado del otro surcaron el Río de la Plata. “Huracán pa Cuba”, dijo no sé quién. “Rubiera-Huracán”, googlé yo. El célebre meteorólogo saltó ante mis ojos como es natural algo más avejentado que la última vez y el rigor de su responsabilidad lo volvía de repente ojeroso. Para colmo descubrí en él una terrible tartamudez que solo dejó de preocuparme cuando comprendí lo elemental, no era asunto de enfermedades, sino problema de señal. Internet, mala no sé dónde. Miré el modem. Me dije: “Aquí no debe ser”. Para colmo había un fantasma, otro Rubiera vomitaba borbotones de palabras en alguna parte. Así y todo lo seguimos con paciente y disciplinada atención. Hemos visto cada uno de los partes que la televisión cubana, poco interesada en su público más allá de sus fronteras, no transmite pero que sí copia y pasa un sitio llamado CiberCuba.
De manera que también nosotros permanecimos en alerta, y donde quiera que hayamos estado, sea ya un colectivo (la guagua Austral) o un quiosco (el timbiriche tropical), tratando de dormir porque el bebé de ocho meses no lo ha permitido en la noche, cuando alguien comparte el último parte de Rubiera, ¡a correr! Que si está cerca el huracán, que si el ojo es peor que el de un ciclope, que inundaciones, ráfagas, evacuaciones, muertos en Haiti, pero no en Cuba porque la defensa civil evacua a la gente y al que no quiere lo arresta por su bien la policía hasta que llegue el buen tiempo. Al concluir mi mujer mira apesadumbrada. Su familia vive en Banes y Banes está en el trayecto del meteoro y uno casi lo desaparece del mapa.
Luego siguen las explicaciones a los amigos que no saben qué es un huracán y hay que describírselos poniendo por delante a quienes habitan frágiles casitas, sacando el sentimiento como en los tangos pero sin caer en sensiblerías. Hay que contarles, por ejemplo, que el último de los huracanes que uno vivió fue tremendo. Ike, se llamaba, hito en la economía de Holguín y toda Cuba, pues después de apaciguados sus vientos en aquel septiembre de 2008, después de que los contingentes de soldados y vecinos conscientes hubieran limpiado las calles de escombros y basura también quedaron límpidos (tal vez hasta hoy) los estantes de no pocos establecimientos gastronómicos, y se vaciaron las placitas, y aquella feria que se hacía los domingos por los aires voló como la casa de una parienta que aún vive en un campamento de evacuados en Antilla. Hay que decirles que cuando el huracán se lo lleva todo ese todo puede implicar como la vida entera.
Por eso uno lamenta tener que ver a Rubiera, que solo aparece en temporada ciclónica. Al menos lamenta verlo aquí. Y no digo en vivo, que si me lo topo en Corrientes invito a un café o cerveza. Lo triste del caso es que deba buscarlo porque su voz es la voz de un país al borde de la tormenta. También lamento que mucha prensa priorice la consigna por la información, que ponga por delante la visita de los jefes de la defensa civil a no sé qué escuela en lugar de entrevistar a los que en breve serán desolados. Y ni hablar de los estados de ánimos, ahora que todavía se siente el frío y el cielo medio que se encapota.
A veces pareciera que el Río de la Plata será alcanzado por el huracán. Y uno se entristece. Tiembla por los que están allá en la Isla, resistiendo el viento traicionero y cobarde, que pega sin dejarse ver. Otros cubanos habrá por esta tierra que sigan estrictamente la metodología que llevaban en Cuba: provisiones, vino o ron, laptop encendida, Rubiera y que venga Mathew, Murillo, Macri…o el que sea.