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foto: kaloian santos cabrera, holguín, 2007 |
No
importa qué tema sea. Lo significativo es que todos son motivaciones
para mover el cuerpo, algo que le preocupaba sobremanera al maestro
habanero de la música popular nacido en 1942, en Centro Habana, allí
donde se respiran sonidos inspiradores. Una vez me confesó en
entrevista que tocaba atento al peor bailador, y según su ritmo así
era el tempo exigido
a Pupi, que con su piano marcaba el tumbao de la orquesta.
De
los Van Van se ha escrito y se escribirá, así como de su director,
el hombre de los estribillos originados en frases repetidas por la
gente común, el autor de aquel Buey Cansao que hizo época, cuando
“catorce agentes transmisores” ponían a bailar a toda Cuba, y su
música era “eso que anda”.
Genio
igual en el bolero, el son o el songo, condujo con maestría los
derroteros de la orquesta que creó a fines de los sesenta, cuando
sentía ya culminados sus años junto a Elio Revé y había aprendido
con otros importantes músicos como Peruchín, pero primero con su
padre. De ellos aprendió y es hoy uno de los hitos de la música cubana al nivel de otros como Matamoros o Chano Pozo.
La
música de Formell ha sido interpretada por gigantes de la canción
como Elena Burke. El sonido que lo identifica acompañó a
trovadores como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Carlos Varela.
Premio Nacional de la Música 2003, Grammy Latino a la Excelencia
musical un poco más tarde, respetado y querido por los todos los que
aportan su talento a la música popular bailable, fueran o no afines
a su filosofía, a su ideología, a su causa.
Toda
Cuba recuerda al maestro Formell. Mis vecinos, enterados de la
novedad, subieron el volumen de su reproductor y decidieron bailarlo a él ya que bailaban. Porque una muerte como la suya no significa la
muerte. Obra y autor forman parte de lo eterno.
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