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domingo, junio 30, 2013

Gaudí: Revolución desde la forma


El mundo recordó al arquitecto  Antonio Gaudí esta semana, a 161 años de su nacimiento, sucedido el 25 de junio de 1852. El buscador más popular de la Internet, Google, hizo del cabezal que le identifica una alegoría al estilo, técnica y estética que terminó convirtiéndolo en maestro del modernismo catalán, inscrito en la corriente modernista que en nuestros predios se le conoce como art nouveau.

La principal característica del art nouveau, desarrollado a finales del XIX y principios del XX, es la flexibilización de las formas, la recurrencia de símbolos y temas reelaborados por artistas que intentaban romper con el pasado academicista, así como aspiraban quebrar el influjo de la era industrial. Para reconocer sus rasgos basta ver una portada de la revista Social, ilustrada por nuestro coterráneo Conrado Massaguer, cuya estética, a propósito, se conecta con la obra del ilustrador español Javier Gosé o el belga Henri Privat-Livemont. Con el florecimiento modernista, utensilios, prendas y dibujos se tornan movedizos. Los edificios adquieren un nuevo orden y distribución. 

En Gaudí la arquitectura imita a la naturaleza, de modo que todo recuerda al mundo primigenio: bóvedas como cavernas, columnas y torres que ascienden al infinito como plantas trepadoras. La secuela de la apresurada imaginación del maestro fallecido también en junio (10, de 1926) subsiste en La Basílica de La Sagrada Familia. Fue su proyecto más ambicioso, al punto de que hoy permanece inacabado, aunque sea el sitio número doce de los sitios preferidos para el turismo mundial.

Quizá su mundo creativo se haya desarrollado en la infancia, mucho antes de matricular en la Escuela de Llotja, donde al graduarse, su director, el arquitecto catalán Elies Rogent expresó que entregaban el título a un loco o a un genio. ¿Qué era él? Era meticulosamente higiénico (podía subsistir con una mínima alimentación, al punto de poner en riesgo su salud). Era un caminador incansable. Y, sobre todo, era un hombre capaz de interpretar el mundo de una manera diferente para hacernos entender que la variación de la forma es también resultado de la variación de la mente.  

A Cuba el art nouveau llegó en pequeñas porciones y estaba estrictamente ligado a la burguesía. Se encuentran evidencias en La Habana, donde varias edificaciones lo reprodujeron en los años treinta.  Y aún en el 2009, en el reparto Kholy se inauguró un parque que vuelve sobre dicha corriente, aunque parece inspirado directamente en Gaudí. Fue diseñado por el artista Eduardo Guerra y parte del trencadís, una especie de mosaico creado por Gaudí y puesto en práctica por su colaborador Josep Maria Jujol. En la apertura de aquel parque estuvo Alejandro Vargas y su Oriental Quartet, un artista holguinero que, de alguna manera, nos hizo partícipes del suceso.

Pero ni Gaudí ni el art nouveau son visibles en esta región de Cuba, donde las edificaciones se val alzando lentamente, según posibilidades, y en materia de orientación estética prima el gusto sin educación. Se trata de un fenómeno que golpea toda Cuba y al cual ya se refirió una vez el arquitecto Mario Coyula, Premio Nacional de Arquitectura: Se está imponiendo el gusto de quien tiene dinero, pero carece de cultura, de conocimiento estético en materia de arquitectura. No podríamos llamarle ecléctico a este modo de levantar ciudades, sino chapucero, determinado por la urgencia, la crisis y la carencia de nuevas zonas donde crecer.

Además del teatro Suñol y el ITH, ejemplos de otra corriente conocida como Art decó, nuestro entorno carece de edificaciones monumentales y hermosas, dignas de ser veneradas con el tiempo. Prima aquella primera arquitectura electica y colonial, y entre lo moderno (sean construcciones estatales o particulares) persiste la monotonía. Recuerdo al arquitecto Luis Felipe Columbié comentando a la revista Diéresis que “la arquitectura es arte ligado a lo económico” y que “si limitas el dinero estás limitando las soluciones estéticas”.   

Holguín, con su inopia arquitectónica, resultado de su pobre desarrollo económico y probablemente debido a la estructura mental de quienes lo habitamos, no concretó majestuosos estilos, ni tampoco aquel esplendorosamente desarrollado por el catalán Antoni Gaudí, donde apenas existe algo recto o hierático, sino todo lo contrario, lo he dicho antes: la figura es voluble, dinámica y suave. Salvo excepciones del pasado, y uno que otro ejemplo del presente (como una comunidad cercana a la playa Guardalavaca) carecemos de nuevos inmuebles pensados para seducir. Seguimos carentes de grandes proyectos, esos que demuestren que el hombre es además de un animal de costumbre uno con imaginación.

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