La
AHS trajo a Holguín un libro trascendente para los lectores cubanos.
Se trata de Buscando
a Caín
(ediciones ICAIC, 2012), la aproximación al Premio Cervantes de
1997, el tercer cubano en merecer tal galardón: Guillermo Cabrera
Infante (Gibara, 1929- Londres, 2005).
Los
veintiocho testimonios y las inestimables fotografías recogidas en
las 287 páginas del libro responden al interés de los jóvenes
periodistas Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco, y el texto publicado
el pasado año es la prueba de que las tesis de licenciatura, cuando
son concebidas con inteligencia y objetividad resultan de mucha valía
para el campo en el cual han sido pensadas.
Mirabal
y Velazco también fueron ganadores del Premio UNEAC de ensayos
Enrique José Varona, en el 2009, con Sobre
los pasos del cronista,
un análisis de la labor profesional y la vida de Cabrera Infante
antes de radicarse en Londres. Con ambos textos se convierten en los primeros que llevan a la práctica los
propósitos mantenidos por otros investigadores de reivindicar a este autor.
Nacido
en Gibara, Cabrera Infante es hijo de fundadores del Partido
Socialista Popular en Gibara, pueblo del cual emigraron a la capital
en buscando prosperidad en 1941. En La Habana se volvió uno de los
periodistas más valiosos de su generación y sus textos fueron
frecuentes en Bohemia,
Carteles,
Revolución
y Lunes
de Revolución,
magazín del cual fue director.
La
Habana fue el sitio donde emprendería Cabrera Infante “su más
grande aventura”: la vida en una gran ciudad. Fue un adolescente
deslumbrado por el asfalto, la bohemia y los grandes edificios, de
modo que la urbe se convirtió en la protagonista de casi todos sus
libros, desde la primera, una compilación de cuentos titulada Así
en la paz como en la guerra
(éxito de ventas al ser publicada por Ediciones R en 1960, a la vez
que se tradujo al polaco, francés e italiano), hasta el libro
Cuerpos
divinos,
publicada postmortem aunque su autor había estado reescribiéndola
desde finales de los sesenta.
Pero
la publicación de Tres
Tristes Tigres
en 1967 (un año después de Paradiso,
de Lezama, el mismo año de Cien
años de Soledad,
de García Márquez) concedió una trascendencia contundente a
Cabrera Infante. Novela o libro a secas, según su autor, en TTT el
juego verbal, la parodia y la nostalgia por una ciudad que se
esfumaba, eran los principales puntales. Quizá la dichosa “novela
de la revolución”, tan buscada en los sesenta, iba a ser escrita
por este giba-haba-londinense. Y si no la escribió fue porque en vez
de titularla Vista
de Amanecer en el trópico
se decidió por eso del trabalenguas y Tres
Tristes Tigres
se quedó, demostrando que prefería jugar más con el lenguaje que
con la realidad.
También
autor de La
Habana para un infante difunto
y Puro
Humo, Cabrera
Infante es uno de los nombre más importantes de la literatura y el
periodismo cubano, el primero en poner de moda formas de decir que
aquí desconocíamos y que, dado el desconocimiento de este autor,
otros han querido presentar como nuevo.
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