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miércoles, noviembre 04, 2015

Recogiendo papeles



La nota que publicaba Revolución el 6 de noviembre de 1961,
(Número final de

Lunes de Revolución

Homenaje a Picasso)

era algo menos que la punta de un iceberg, por lo que ya sabemos, y porque dentro del magazín el ambiente se había vuelto por momentos pesimista, desganado, casi gris. Quizás el color se extendiera con los años, pero, en su momento, debió ser dura la coexistencia, después del cuestionamiento moral acaecido en la Biblioteca y con la enemistad declarada de algunos jerarcas de la nueva burocracia. La idea de que el escritor pudiera vivir una revolución permanente en el arte, haciendo pensar a los lectores con provocaciones y señalamientos directos llegaba al final.

Los números de junio de 1961 dan algunas pistas. La serie sobre el campo socialista, aunque mantienen la intención formativa, es aburrida y demasiado didáctica en comparación con la mayoría de las entregas hasta entonces. Solo se recupera la potencia en el especial dedicado a Hemingway (n.118), a partir del cual las páginas muestran una ligera recuperación. ¿Pensaron que lo ocurrido había quedado atrás? ¿Se escuchaban buenas valoraciones sobre el magazín en las reuniones del CNC?

Cuando daba la impresión de que para los de Lunes proseguiría todo como antes, cuando los planes se incrementaban y su prestigio se mantenía creciente entre los lectores, ese sector de la población que más de una vez definieron como “generoso”, debieron terminar porque…no había papel, porque no era conveniente una voz disonante, o porque… ¿qué es lo que pasa con Lunes, finalmente? Pablo, ve y pregúntale a la Buchaca para salir de esta agonía que nos está matando. Y allá fue Pablo Armando Fernández, el yan de la directiva, la contraparte del temperamental Guillermito, el diplomático y amoroso para que García Buchaca en persona le comunicara la verdad. Era cierto, definitivamente Lunes debía cesar. Mas, para que el golpe fuera menos doloroso, también le hizo saber que junto a Lunes se acabaría el domingo, Hoy Domingo, quiso decir. Y Pablo volvió, triste, pero con algo de esperanza. No era el lunes el único difunto.

El tiempo les alcanzó para preparar la edición final. Sería (fue) un verdadero homenaje al arte moderno. Lo han advertido, también una manera de ratificar la postura del grupo debido a que Pablo Picasso no era el preferido entre no pocos burócratas, según recuerda Franqui. Se trataba de otra provocación, y ahí está el número, que es el final, y en él se incluyeron textos de Cabrera Infante, Edmundo Desnoes, Lezama Lima, Edith Sorel, Franqui y Pablo Armando. De los amigos que dos años, ocho meses y dieciocho días atrás habían fijado su nombre en aquella aventura no quedaba más que Cabrera Infante, “Capitán coraje”, se denominó una vez.

Algunos colaboradores se habían salido por desacuerdos ideológicos, otros fueron víctimas del mismo factor que marchita flores, seca plantas y extingue para siempre la amistad. Sin haber cumplido el primer aniversario había ocurrido la primera ruptura debido a la conspiración a la hiciéramos referencia. También Jacques Brouté estaba fuera, como fuera quedaba Guerrero. Tony Évora, poco después, habría de seguir el camino de la emigración gracias a una beca de estudios en el extranjero. Del trío crítico, Padilla pasó a formar parte de Prensa Latina, Antón Arrufat —junto a Fausto Masó y Pablo Armando Fernández— prosiguió con la labor editorial desde la revista Casa de las Américas, y Baragaño moriría un año después, el 31 de agosto de 1962 víctima de un aneurisma cerebral. Hurtado y Piñera siguieron el proyecto ascendente de las Ediciones R, aunque a ambos les esperaba un mismo final: dar tumbos de una institución a otra antes de acabar olvidados. Tal fue la realidad de los dos a finales de los setenta, cuando encontraron la muerte. 

(fragmento del Libro: Lunes: un día de la revolución Cubana, Dunken, Busnos Aires, 2015)

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