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jueves, febrero 06, 2014

Variaciones de la muerte


La noticia le dio la vuelta al mundo: Muere Philip Seymour Hoffman, el actor norteamericano que mereciera el Oscar por su interpretación de Truman Capote. Una jeringuilla clavada en el brazo de un tremendo actor. Una jeringuilla y rastros de heroína, derivado de la morfina, droga que un alemán bautizara en honor a Morfeo. Y no se trata de sueños. Solo que otro artista adicto ha muerto presionado por el mundo, Manhattan, toda Nueva York, Estados Unidos, donde, al decir de El País, unos 15 mil adictos a los fármacos antidepresivos y las drogas mueren cada año.
Casi a la misma hora, pero miles de kilómetros más al Sur, moría Eduardo Coutinho, uno de los directores de cine más celebrados de su tierra. También actor y guionista de películas como Doña Flor y sus dos maridos. Coutinho tenía ochenta años y su viejo cuerpo recibió las puñaladas, dicen que de su hijo, dicen que demente. La tragedia sucedió en Río de Janeiro, gran ciudad de Brasil, país donde, según O Globo, 20 de cada 100 personas pierden la vida debido a la violencia.
Días antes el cine había perdido a otro de sus creadores inolvidables, ahora relegado por la edad, y por la vida que brota de los nuevos cineastas. El húngaro Micklos Jancso, de quien hemos visto Salmo Rojo, murió por cáncer de pulmón. La violencia del cuerpo. Los dolores que se prolongan. El estertor antes de abrirse la puerta de los recuerdos y tomar carretera por última vez. Así es el fin, pienso yo.


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