Estaba a dos personas de ella. Acababa
de actualizar mi estado y esa mujer lo había hecho minutos antes. Hablaba de Tonino,
su perro enfermo por aquellos días.
Se trata de una de las grandes
columnistas de la lengua castellana, una mujer que desde el diario El País ha
hecho historia con su verbo afilado y crudo.
También es escritora de éxito,
pero sus libros lamentablemente nunca me han caído a la mano, pese a que la lista se incrementa
(acababa de publicar Fácil de matar)
igual que su prestigio y popularidad debido a premios como el Planeta y el
Nadal.
Con semejantes referencias, y
luego de haber leído sus artículos hace muchos años gracias a la profesora y
periodista Miriam Rodríguez Betancourt, quise hacerle algunas preguntas que no demoró
en responder, aunque yo sí demoraría en publicarlas. Me jugó una mala pasada la
tecnología. A ella nada le puso barreras. Ni los libros. Ni los admiradores. Ni Tonino. Ni la crisis.
Y gracias a Facebook estuve una
vez frente a quien se hace llamar Maruja Torres (Barcelona, 1943).
P: Los que vivimos de este lado
del océano leíamos su columna “Perdonen que no me levante” hasta que el EPS
limitara contenidos. Esporádicamente vemos alguno y leemos. Lo único constante,
sin embargo, es la idea de que, cuando vuelva a caernos algo suyo no
encontraremos palabras, sino puro temperamento, ¿de dónde saca Maruja Torres
tanto carácter?
R: Supongo que es de nacimiento.
O de haber visto, durante mi niñez, a demasiadas mujeres con el carácter
agriado en casa por no poder expresar su verdadero carácter en términos
sociales. Soy como soy.
P: Ya se ha quejado de su “lengua
rápida”, pero… ¿cree que es una de las lenguas más rápidas de España o acaso
escasea la sinceridad?
R: No me entretengo, francamente,
en la repugnante tarea de comparar lenguas. Lo que sí creo es que hemos
retrocedido no sólo en la búsqueda de libertades sino en el deseo de mantener
las conquistadas. En un panorama así, alguien como yo parece más rompedora de
lo que realmente soy. Que lo soy bastante, dicho sea de paso.
P: ¿Debe un periodista contener
las emociones ante la escritura?, ¿se contiene como columnista?
R: Claro que me contengo. Me
contengo mucho. Pero eso no quiere decir que me censure. Sencillamente, creo
más en la contundencia que en el alarido.
P: Algunos terminan asombrados
con las palabras que usa en sus textos ¿Existen vocablos prohibidos en el
periodismo?, ¿guarda palabras para momentos especiales?
R: No hay nada deliberado en mi
uso del lenguaje. Las palabras acuden a mí. A veces invento alguna, pero
entonces tengo la precaución de escribirla en itálicas, lo cual me abre camino.
P: ¿Quién se impone a la hora de
componer una columna: la escritora o la periodista?
R: La periodista, sin duda. El
bagaje acumulado se afila entonces como una flecha lanzada hacia el objetivo.
La escritora tiene más espacio, puede dar rodeos, camuflar. En la columna hay
que asestar el golpe rápido.
P: ¿Consigue no mezclar los temas de una
obra de ficción con el periodismo?
R: Sí, claro. Lo contrario no
está prohibido, pero eso que usted dice es el peor pecado de un periodista. Yo
puedo, como opinadora, usar el estilo que quiera. Pero los hechos no pueden
pertenecer al reino de la fantasía.
P: A veces he logrado intuir el
tema de su columna en los comentarios que realiza en Facebook. ¿Le hace bien o
mal al periodismo tanto ajetreo en la red?
R: A mí la red me ha dado mucho,
y me hace mucho bien. Me obliga a estar permanentemente enterada. Y a
distinguir el grano de la paja.
P: Y a usted, ¿qué variaciones le
trajo la llegada de la Internet y toda su ciberparafernalia?
R: La verdad es que al principio
sólo tenía correo -le hablo de hace casi veinte años-, y que en 1998, al dejar
la redacción de El País para venirme a Barcelona, comprendí que era
indispensable. Durante los años en que viví en Beirut, me reafirmé. Y créame,
allí no era fácil. He caminado entre balas para que me arreglaran la conexión.
P: Recuerdo que Francisco Umbral
asociaba la columna con el soneto. ¿Para Maruja Torres qué es la columna
periodística?
R: Un “sprint”. Tomas carrerilla,
300 palabras, y... ¡meta!
P: No sé si ha escrito sobre
cubanos alguna vez, no lo he leído, pero muchos de acá (de los que vivimos en
Cuba, que eso quiere decir bastante) seguimos lo que podemos de su obra, ¿qué
idea tiene de Cuba, de los cubanos, de su literatura y periodismo?
R: No me haga eso, amigo. Hablar
de Cuba sería invertir mucho tiempo, de otra forma no se podría. Pero me gustan
los cubanos. Qué pueblo más fuerte, resistente y valiente.
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