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domingo, febrero 03, 2013

Con Martí de tú a tú


La primera vez que supe de Martí tuve que meterme en su pellejo. Yo estaba en preescolar y me escogieron para representarlo en un desfile de pioneros. Tenía una cabeza martiana y la nariz no crecería hasta la adolescencia.

Recuerdo que aquel honor fue uno de mis primeros problemas. O mejor, lo fue para mi madre, quien casi se vuelve loca buscando un chaleco y un traje como los de Martí. Yo no tenía ningún traje. Nunca he tenido trajes como los suyos, pese a que era un hombre de humilde vestir.

Por suerte un amigo de entonces tenía dos. Y como él también desfilaría representando a otro padre de la patria no hubo problemas y su madre le tendió la mano a la mía. Nos fuimos para el estadio. Carlos Manuel de Céspedes y Martí. Lo recuerdo como si fuese ahora..

Me habían pintado un gran bigote y me habían acomodado el pelo como el apóstol. Mi abuelo hasta me fabricó un machete de madera y meneándolo en el aire vi a la gente mirarme de una forma extraña.

Ahora no puedo explicar las sensaciones que me dejó ese momento. No lo tengo claro. Había visto a Martí demasiadas veces: en el busto de la entrada, en la foto del periódico, en la televisión. Martí, Martí, Martí. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué tantas veces repetido?

Eso sucedió hace mucho tiempo. Y tal vez solo yo lo recuerde. Quizá sea un evocación que no tengo modo de probar. Y otra vez me surge la duda. ¿Habré sido un buen Martí a los cinco años? ¿Cómo puede saberse?  


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