Manuel Galbán (14 de
enero de 1931 -7 de julio de 2011) dejó Gibara en 1956. Para entonces
varios coterráneos suyos, condenados a la fama posteriormente, habían
salido de la Villa Blanca
en busca de mejores perspectivas.
La Habana era una capital
llena de luces y sombras, de música y sensualidad, y no había entonces
sitio más parecido a Gibara, aquel pueblo de pescadores. Por eso,
después de una historia ligada a la música, pisó suelo habanero con el
pie derecho.
Quería
entregarse a la música, o mejor: a la bohemia habanera. Porque a la
música ya estaba entregado desde que estudiara Solfeo y Teoría con el
profesor gibareño Gerardo Fernández Ramón, según lo recogen Zenobio
Hernández y Ana Luisa Tamayo en su texto “Como un milagro. Historia de
la cancionística en Holguín”. También, en su tierra natal,había
integrado la Orquesta Villablanca , junto a sus
tres hermanos.
El propio Galbán le contaba a un sobrino (Galbán Peramo, Ernesto: Manuel Galbán una leyenda musical, Ámbito, No 150) cómo a los seis o siete años, cuando los pies no le alcanzaban al suelo sentado sobre un tabutere, comenzó a tocar la guitarra. "En mi casa de la calle Leyva se hacían descargas. Mi padre tocaba el tres; dos hermanos míos la guitarra", recordaba.
El propio Galbán le contaba a un sobrino (Galbán Peramo, Ernesto: Manuel Galbán una leyenda musical, Ámbito, No 150) cómo a los seis o siete años, cuando los pies no le alcanzaban al suelo sentado sobre un tabutere, comenzó a tocar la guitarra. "En mi casa de la calle Leyva se hacían descargas. Mi padre tocaba el tres; dos hermanos míos la guitarra", recordaba.
Pero,
no fue hasta 1963, cuando abandonó su labor como pianista en el
Kasbach, el año en el cual Galbán entra de a lleno en la historia de la
música cubana, al integrar el cuartero Los Zafiros, ya encaminado
gracias a Ignacio Elejande, Eduardo Hernández, Néstor Milí, Leoncio
Morúa y Miguel Cancio. Galbán trocaba el piano por la guitarra
eléctrica, instrumento que cargaría consigo en el futuro. "Reinaldo
Hierrezuelo me llevó para que me conocieran, pues estaban sin
guitarrista."
Además
de guitarrista y compositor, llegó a desempeñarse como director de Los
Zafiros y, luego de su desintegración, encabezó la agrupación Batey.
"Tenía un formato de cuarteto. Teníamos un repertorio variado, pero
interpretábamos fundamentalmente canciones clásicas de la música
cubana. Visitamos 60 países."
Pero,
otros dos grandes proyectos marcaron la vida de este gibareño: su paso
por La
Vieja Trova Santiaguera y el Buena Vista
Social Club, proyecto al que llegó gracias a Hierrezuelo, y donde
compartió con otros titanes de la música tradicional cubana como Compay
Segundo, Cachaito López, Omara Portuondo e Ibrahim Ferrer.
La
interacción del grupo y la empatía de Galbán con el productor Ry Cooder
los llevó a grabar en el 2002 el CD “Mambo sinuendo”, nominado al
Grammy Latino en 2003 y merecedor del Grammy al Mejor Álbum de Música
Pop Instrumental en 2004.
A no ser por la mala
salud todo parecía indicar que su carrera no acabaría aún: Los viejos
músicos estaban de moda y los ritmos que había defendido desde su
infancia se imponían en el extranjero.
Pero
justo a los ochenta el corazón gibareño de Manuel Galbán dejó de latir
de un golpe. El punto final había sido puesto y las cenizas, para
siempre, descansan en la
Necrópolis de Colón, quizás como ligero recuerdo a
Gibara. Porque fue por esas tierras del Oriente de Cuba por las cuales
el Almirante penetró una vez a la
Isla , mezclando cultura, música y ritmo, dos aspectos
esenciales en esta historia que se cuenta aquí.
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