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Amaury Vidal, pero antes Pérez   (como lo 
presentaba Joaquín Mulén, en Radio Rebelde) ha puesto en la  palestra el
 tema de la prensa cubana. Y, aunque no fueron esas sus  intenciones (al
 decir suyo), arremetió contra los jóvenes periodistas.  Nos ha llamado 
casi siervos (o mejor aún: bufones, que a veces es un  honor) al 
servicio de ciertos sultanes.  
Amaury  no opinó en una entrevista o algo así 
(tampoco en una acotación, de las  muchas que hizo a sus entrevistados) 
sino que lo incorporó al rabo de  comentarios generados por la 
trascripción de su programa en cubadebate.  Los foros, aunque suelen 
verse como espacios de intercambio, dada la  precariedad de su 
conocimiento en la población, dado su carácter  elitista, me parecen las
 alcantarillas de las viejas ciudades. Y, por  favor, no lo digo en tono
 despectivo. Son espacios sumergidos ante la  realidad visible. Parecen 
sótanos, túneles subterráneos por los que  corre una vida ajena al mundo
 exterior.
Con  lo de “sultanes” estoy de acuerdo, aunque
 quisiera que fuera más  explicito el cantautor, que hablara de ellos, 
que los emplazara no ya  desde un sótano, sino en la televisión, pues 
allí se siente como pescado  en su salsa, según le ha sugerido al colega
 y profesor Raúl Garcés,  quien junto a Jesús Arencibia debió saltar 
ante criterio de tan  controvertida fortuna como lo fue el de aquel 
espacio (y para no pecar,  como nuestros medios, debo informarles que el
 debate siguió a la  entrevista del monseñor Carlos Manuel de Céspedes y
 García Menocal. Ver:   
http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/06/14/carlos-manuel-de-cespedes-cuba-y-la-iglesia-son-las-dos-pasiones-mias/).
  
Confieso  que habría sido la de los sultanes 
una excelente pregunta para Silvio  Rodríguez, que tan lúcido es en 
cualquier materia. ¿Por qué no la hizo?,  ¿por qué el entrevistador no 
se metió de lleno en los entresijos de la  política informativa en 
nuestros medios de difusión con quien de joven  trabajara en ellos? 
Porque no tuve deseos, podría responderme. Y  aceptaría la respuesta. Un
 entrevistador tiene derecho a escoger sus  temas, pero es desventurado 
desaprovechar la opinión de alguien con  lucidez intelectual y calzo 
político Me ha pasado.
Pero,  volviendo al asunto, es razonable lo de
 los sultanes. Aunque creo que,  además de sultanes, emires y califas 
yace una especie de sentimiento  sultanezco entre periodistas, 
directivos, funcionarios de la ideología, y  hasta no pocos creadores. 
Observo (lo padezco y lo critico) que este  sentimiento está hermanado 
con la ignorancia muchas veces. La falta de  cultura, la ausencia de un 
dominio profundo de nuestro pasado y nuestra  realidad hacen que una 
persona con poder sobre un medio de difusión  masiva se vuelva, por 
causas que van desde la prudencia a la suspicacia,  en verdaderos 
verdugos del producto periodístico.  
Comprendo  el reproche de Amaury ante la falta
 de criterios sobre su programa en  la mayor parte de los medio de 
prensa. Un programa excelente como lo fue  el que encabeza merece una 
valoración seria, y no lo digo ahora, pues  yo (que no me especializo en
 audiovisuales, aunque no dejo de escribir  del tema) ya escribí del 
asunto. Elogié el método, ya expuesto en el  bien recordado Muy personal
 de los noventa. Si algo le he reprochado  como conductor (lo escribí en
 el foro luego de la entrevista a Alfredo  Guevara) es su excesivo 
afecto ante los invitados, tanto que ha estado  al gritarles: “¡Los 
quiero mucho, mucho…!” Más, no lo gritó, para  salvación de todos. Con 
dos que se quieran terminó siendo un buen  programa, el mejor de su tipo
 en la televisión, en mucho tiempo.
Pero,  Amaury no está conforme con que haya 
sido bueno. Quiere que lo  califiquen los especialistas, y eso está 
bien. El centro del debate,  entonces, parece ser el siguiente: ¿ninguno
 de nosotros escribió sobre  el programa? o ¿alguien escribió y nunca 
publicaron su trabajo?  (incluso: ¿hay intenciones ocultas respecto al 
cantautor entre los  periodistas culturales de Granma y Juventud 
Rebelde?)
Hasta  que la política informativa de los 
medios de difusión no varié, no  seremos totalmente fieles a la esencia 
del periodismo, que tan mal anda.  Los principios que involucran a la 
cultura y a la opinión pública no  pueden ser ambiguos, ni cerrados, ni 
ciegos. Ya lo dijo el intelectual,  que anda en cruzada contra esa clase
 de pensamiento que hasta los  cromañones dejaron en la cueva: 
revolución es lucidez. Pero, ¿por qué  algunos no acaban de asumirlo 
como lineamiento?
 
 
 
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