equipajes para la habana, puerto de la coruña, 1925, ángel blanco |
Hay
quien afirma que el fenómeno comenzó en el viaje de Cristóbal Colón,
cuando los primeros marinos prefirieron asentarse en las tierras
abiertas forzosamente al Viejo Mundo. Desde entonces el flujo ibérico,
con destino América, no ha cesado. Tanto es así que, según informes
emitidos por el Instituto de Estadísticas de España en el mes de abril,
el 61,6 por ciento de los 1,7 millones de españoles fuera de su Patria
radican en el “Nuevo Continente”.
El fenómeno de abandonar la Madre Patria en busca de mejor vida
parecía agudizarse en el siglo XIX, cuando el 16 de septiembre de 1853
aparece la Real Orden
Circular que favorecería la migración, dado el incremento demográfico y
las aprietos económicos en los que está inmersa la nación.
Así lo recuerda uno de los carteles que compone la muestra
“Memoria Gráfica de la Emigración
Española ”, repaso fotográfico que en estos días ha viajado
a cinco provincias de Cuba, pues el puerto de La Habana resultó uno de los puntos de
desembarco para el emigrante.
Las razones podían ser múltiples para que un hombre abandonara
su tierra: problemas políticos o la penuria que asolaba a la familia
luego del comienzo de una guerra parecían razones más que suficientes
para embarcarse a través del océano en busca de un mundo inexplorado,
que los viajantes pintaban como la posibilidad de una nueva vida, porque
al emigrante siempre le toca comenzar de cero.
Niños y jóvenes, mujeres y ancianos cargaban con sus maletas
en un puerto cualquiera. Bien podía desde Cadiz, Barcelona, La Coruña o Vigo. Lo cierto
es que se introducían en filas interminables, guardados por su única
compañera de viaje: una dura maleta de madera donde el emigrante
guardaba los recuerdos de una tierra que quizás no volvería a ver.
Así lo dejan ver fotografías impactantes, duras, nostálgicas,
como la realizada por Ángel Blanco en 1925 a un grupo de mujeres que se
embarcarían a La Habana. El
título es sugerente: “Equipajes a La Habana ”. Son varias las mujeres que empujan un
carro de ruedas grandes, repleto de valijas donde, tal vez no se
guarden solo ropas y objetos, sino trozos de infancia, esquinas de
momentos felices o toda una vida truncada.
Después, cuando los hombres y mujeres alcanzaron sitios tan
diversos como Buenos Aires, Sao Paulo o La Habana , luego de superar la adaptación
del clima, llegaría el calambre de las costumbres nacionales, la
adaptación cultural y la voluntad de hierro para trabajar en oficios que
iban desde dependientes en cafeterías y fondas hasta ganaderos.
Pero, el esfuerzo no ha sido en vano, si emigrar es desgajarse
en pos de la quimera, la única victoriosa ha sido la cultura española,
que se volvió fuerte y consolidó la trama de las culturas en formación.
Hoy queda testimonio de estos flujos humanos que van y vienen, gracias a
la exposición fotográfica “Memoria Gráfica de la Emigración Española ”, recién
abierta en el patio de la UNEAC.
Las imágenes han cruzado el océano nada más que para
recordarle (al menos eso parece) a quienes fueran emigrantes una vez que
España, su tierra madre, aún se acuerda de ellos.
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