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domingo, febrero 15, 2015

99 años y una actitud



garcía buchaca y ordoqui, 1960
Allá por los años sesenta todavía se pronunciaba en Cuba y con bastante frecuencia en los medios culturales el nombre de una mujer elegante, recia y poderosa. Su autoridad estaba sustentada en la militancia política a la cual se había entregado desde los trece años, pero probablemente y con la misma fuerza debido a sus relaciones amorosas dentro del partido al que estaba afiliada. Su nombre, Edith García Buchaca. Y, aunque los datos que siguen pertenecen a la chismografía, son necesarios para ilustrar en pocas líneas la vida de una mujer con temperamento y cultura.


Había nacido en 1916 y los primeros actos que la hicieron más o menos conocida se relacionan con su separación del también militante comunista Carlos Rafael Rodríguez, cienfueguero de quien terminó divorciándose de modo escandaloso para consumar su pasión secreta con otro compañero político, el no menos vehemente Joaquín Ordoqui, duro del Partido Socialista Popular (PSP) y hombre que triunfada la Revolución llegaría a viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. 


Si no es por la vinculación del matrimonio con Marcos Rodríguez, delator de los revolucionarios de Humbolt 7 (sitio donde la policía batistiana masacró a cuatro miembros del Directorio Revolucionario sobrevivientes del ataque al Palacio Presidencial) más de una escuela llevaría hoy por nombre el de Joaquín Ordoqui, quizá hasta hubiésemos visto su rostro en un parque o algún programa de televisión. Sin embargo, aquel juicio público transmutado en juicio político fue lo suficientemente escandaloso para que ambos terminasen confinados a una prisión domiciliaria que devino tumba silenciosa para ambos.   

García Buchaca recibió con este hecho una zancadilla demoledora. Su poderío en el Consejo Nacional de Cultura (a cuya secretaría llegó luego de haber integrado la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación cuando encabezaba la Sección Cultural del PSP) daba la impresión de seguir in crescendo.  Desde el CNC condujo no pocos proyectos plausibles, pero ninguno de ellos pudo detener su incontenible actitud dogmática. Debido a semejante forma de actuar múltiples artistas terminaron proscritos y no pocos proyectos fueron mutilados, siendo el de mayor eco la censura del cortometraje P.M. relacionado por carambola con Lunes de Revolución, aunque en principio lo estuviera directamente con el periódico Revolución y su director Carlos Franqui.


García Buchaca, quien escribió y publicó La teoría de la Superestructura, folleto donde expone sus concepción ortodoxa del marxismo-leninismo en la cultura, llegó a ser fundamental en la famosa reunión que pasó a la historia con el nombre de “Palabras a los intelectuales”, tres encuentros candentes en la Biblioteca Nacional para dejar fijada, a la larga de manera confusa, la política cultural de la Revolución. Quedaban atrás así dos años y medios de aciertos y tanteos, tiempo largo en el cual los políticos y los intelectuales (comprometidos) mantuvieron un coqueteo amable y hasta reciproco con el Gobierno Revolucionario.


La semana pasada murió con 99 años cumplidos Edith García Buchaca. No puedo más que desear haya escrito alguna vez sus memorias para conocer algún día el punto de vista de quien fue protagonista en una época tempestuosa dominada por (como les definiera Alfredo Guevara) una “generación de mandones”. Así quedarían develadas ciertas  interioridades de una vida arrollada por las mismas turbulencias que azotaban al país. De momento lo único que hemos leído son dos o tres notas necrológicas en las que, como era de esperar, se subrayn todos estos momentos, aquellos días donde su forma de actuar parecía esclava por una creencia perniciosa. Se ha escrito con la lógica dureza con la cual estuvo marcado su actuar. Se ha escrito pero persisten algunos misterios. Y habrá que esperar. .

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