juan rulfo conversa con joaquín soler serrano |
He podido yo encender la computadora,
sustituto más democrático que el televisor, tan tiránico como la radio (pese a
la variedad), y hacer mi propia programación. A las ocho de la noche, hora
estelar, he visto otro capítulo del programa A Fondo, un ejemplo del periodismo
televisivo donde el presentador Joaquín Soler Serrano, pasado el Franquismo,
hacía galas de caballerosidad, buen gusto e información durante aquellas
legendarias entrevistas realizadas a “las primeras figuras de las artes, las
ciencias y las letras”.
Con la más elemental de las
escenografías, Soler Serrano y su equipo de la Televisión Española intercambiaba por poco menos (o más) de una
hora con hombres no siempre locuaces, pues habría que ver su conversación con mi
admirado Onetti, quien a veces permanecía rato con la boca entreabierta,
cigarro entre los dedos, o se movía solo para agarrar el vaso, llevarlo hasta
sus labios y beber antes de retomar el diálogo.
El anfitrión, nacido en Murcia, no perdía la paciencia y contaba siempre con abundancia de datos para sorprender a los entrevistados, al punto de que todos se maravillaban con el poder informativo de aquel hombre de hablar pausado, y quien siempre tenía a mano fotografías o ediciones de libros para mostrar al televidente. “¿Quién le ha dicho todo eso?”, preguntaba un Rulfo amable y tímido que por primera vez, y gracias al programa, dijo: Salía tan de manera pública.
Por aquel programa de entrevista pasaba
lo que entonces más brillaba en la Literatura, y lo que todavía brilla, de
todos partes del mundo. De la misma España y de América llegaban novelistas,
pintores, filósofos para charlar durante sobre cultura y literatura, sobre el
mundo imaginado, y dejar claro que eran seres orgullosos, o ingenuos como los
niños, o que eran como eran. “Olvídense de Borges”, decía Borges: “!Hay tantos
autores que leer!”
Son de 1977 los programas A Fondo que he
visto por estos días. Y me han servido para establecer analogías con los
programas de entrevistas del presente y otros que recuerdo, el de Orlando
Castellanos, ejemplar en Radio Habana Cuba, los de Hilda Rabilero, Carlos
Otero, Amaury Pérez, Alfredito Rodríguez, Edith Massola, Raquel Mayedo y Raúl
Garcés en la televisión.
Algunos pecaron del fastidioso exceso de
afecto de sus anfitriones, de la incontinencia
verbal que les hacía interrumpir al que no debía ser interrumpido, de la falta
de información o evidente incultura. Otros vienen como magníficos modelos para
un intercambio donde entrevistador y entrevistado deben aparentar quererse
aunque no se quieran, pues para un final feliz en la entrevista debe haber
sobre todo entendimiento. Al menos, en esta clase de entrevistas que no son más
que conversación.
Recuerdos como los del programa español A
Fondo me satisfacen, pese a remontarse a 1977, cuando yo me estaba formando en
un lugar oscuro, viscoso e incomprensible. Es un tipo de periodismo agradable y
de agradecer, por las preguntas, por los entrevistados, y por los temas, que a
decir verdad no creo sean prioridad en estos desventurados tiempos cuando
cuesta encontrase un sitio donde el artista hable solo de su arte y de su
tiempo, de sus preocupaciones filosóficas y sueños sin que broten aspectos parásitos
como la duda y el miedo.
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