Tal cual indica su nombre, los textos
que se nos presentan en esta edición cubana del libro publicado antes por la
editorial barcelonesa Anagrama parten de breves experimentos reflexivos sobre personajes y mundos que mucho interesan a su
autor. Son glosas de inspiración, y su creador advierte podrán parecernos
“páginas perdidas en el diario de un escritor” o “ensayos y tentativas de una
autobiografía futura.”
El autor es el argentino Ricardo Piglia,
novelista de Respiración artificial y
Plata quemada, el mismo que hace un
año entregara a los lectores la novela El
camino de ida, cuya historia se nutre como en toda novela de la experiencia
y las ansiedades de quien la piensa, moldea y finalmente deja llegar a los estantes
de cualquier librería para que ocurra lo inevitable: que una persona le eche
mano y se marche a casa con ella bajo el brazo y la intención de leerla algún
día. El hecho de la lectura podrá no suceder hasta pasado, un año probablemente.
Puede incluso que nunca lo lleve a término esa persona de quien nadie sabrá nunca
cómo se interpuso el libro en su camino. Así de extraña es la comunicación de un
autor con su lector. Así de inexplicable y misterioso es el destino de lo que
se escribe.
El Piglia de Formas breves repasa con delicadeza los temas del escritor, el cómo
escribe y qué escribe, atomiza las leyes de la narrativa para dejarnos sus hipótesis
y criterios en ensayos tan reveladores como “Tesis sobre el cuento” y “Nueva
tesis sobre el cuento”, dos maneras de entender el relato que recomiendo a todo
narrador o aspirante a serlo. Por esta intención suya ha calificado de
“autobiografía” cada uno de los doce textos enlazados como vagones de tren en
estas noventa y cinco páginas de la edición cubana que, para ser precisos, debo
aclarar es santaclareña y su impresión corresponde al año 2012. Y, para además
de precisos tratar el asunto con justeza, apunto se debe al esfuerzo que desde
la editorial Sed de Belleza, otra de las casas de la AHS distinguida por el
buen rumbo de sus selecciones, realiza el editor y escritor y lector voraz que
es Jorge Luis Rodríguez.
Conozco a coterráneos de Piglia que se
refieren a él con evidente desdén, menosprecian tanto su obra como su labor académica,
pese a estar respaldada la primera con importantes galardones y altas cifras de
venta. Prefieren valorar la actitud del escritor por sus elecciones políticas,
por los países que ha escogido para vivir, por la cantidad de dinero que
pudiera recibir de un premio y con el destino que a este le da para hacer más
pasadera la vida. No toman en cuenta que pese a todo, para un hombre nacido con
el don de la escritura lo único importante será ejercerla tan bien como le sea posible,
de la manera más eficaz a la que su ingenio llegue. Y esa ha sido una de las
mayores preocupaciones de Piglia, quien con estos textos no hace más que
ratificarla.
Formas
breves
es un libro de crítica literaria escrito por quien considera la crítica como
autobiografía quizá porque supone que todo escritor termina pareciéndose a las lecturas
que hace y a los escritores que admira. Supone que al final y de alguna manera terminará
viviendo las vidas de tantos muertos, como si hacerlo fuera su maldición. De modo
que Piglia, al escribir sobre sus maestros o amigos Macedonio Fernández, Roberto
Arlt, Jorge Luis Borges o Gerardo Gandini pudo estar recibiendo un impulso inexplicable
y suficiente para broquelarle el cerebro como tableta de arcilla. No es menor
el Piglia reflexivo al Piglia fabulador. No es menor ahora cuando la capacidad
de fabulación se mantiene sumisa y quieta, aunque nunca controlada del todo. Eso
sí, nos resultará íntimo debido al tono, al ritmo y hasta a la iluminación con
la cual pareciera develarnos confesiones y sentimientos.
Leer este breve libro de ensayos que
parecen artículos y a veces crónicas es
como asistir al encuentro amoroso entre un hombre casado y su amante, cita
macabra la de esta vez porque empieza y termina entre seres fantasmales que abundan
en ambientes que Piglia intenta hacernos pasar como reales. No alarga él los
entrantes ni pierde tiempo en saborear los postres. Tan solo quiere alcanzar su
propósito. Lo suyo es seducir a la amante con recuerdos y teorías, algunas memorables
como las escogidas para el cierre, y donde advierte que “el arte de narrar se
funda en la lectura equivocada de los signos”. ¿Qué signos nos ofrece Piglia en
sus Formas breves? ¿Qué lectura
equivocada nos propone? La respuesta no la tengo yo, que solo soy observador en
esta cita urgente como su forma. Y si la tuviera, no las puedo ofrecer ya, que
los amantes se abrazan, se buscan con desfachatez de adolescentes y uno hasta llega
a sentir bochorno por tanta lascivia insurrecta de la que se es capaz por la
literatura.
(Presentación del Libro Formas Breves (editorial Sed de Belleza),
Feria del libro, Holguín, domingo 9 de marzo)
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