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domingo, marzo 09, 2014

Un Piglia seductor



Tal cual indica su nombre, los textos que se nos presentan en esta edición cubana del libro publicado antes por la editorial barcelonesa Anagrama parten de breves experimentos reflexivos sobre  personajes y mundos que mucho interesan a su autor. Son glosas de inspiración, y su creador advierte podrán parecernos “páginas perdidas en el diario de un escritor” o “ensayos y tentativas de una autobiografía futura.”  
El autor es el argentino Ricardo Piglia, novelista de Respiración artificial y Plata quemada, el mismo que hace un año entregara a los lectores la novela El camino de ida, cuya historia se nutre como en toda novela de la experiencia y las ansiedades de quien la piensa, moldea y finalmente deja llegar a los estantes de cualquier librería para que ocurra lo inevitable: que una persona le eche mano y se marche a casa con ella bajo el brazo y la intención de leerla algún día. El hecho de la lectura podrá no suceder hasta pasado, un año probablemente. Puede incluso que nunca lo lleve a término esa persona de quien nadie sabrá nunca cómo se interpuso el libro en su camino. Así de extraña es la comunicación de un autor con su lector. Así de inexplicable y misterioso es el destino de lo que se escribe. 
El Piglia de Formas breves repasa con delicadeza los temas del escritor, el cómo escribe y qué escribe, atomiza las leyes de la narrativa para dejarnos sus hipótesis y criterios en ensayos tan reveladores como “Tesis sobre el cuento” y “Nueva tesis sobre el cuento”, dos maneras de entender el relato que recomiendo a todo narrador o aspirante a serlo. Por esta intención suya ha calificado de “autobiografía” cada uno de los doce textos enlazados como vagones de tren en estas noventa y cinco páginas de la edición cubana que, para ser precisos, debo aclarar es santaclareña y su impresión corresponde al año 2012. Y, para además de precisos tratar el asunto con justeza, apunto se debe al esfuerzo que desde la editorial Sed de Belleza, otra de las casas de la AHS distinguida por el buen rumbo de sus selecciones, realiza el editor y escritor y lector voraz que es Jorge Luis Rodríguez.
Conozco a coterráneos de Piglia que se refieren a él con evidente desdén, menosprecian tanto su obra como su labor académica, pese a estar respaldada la primera con importantes galardones y altas cifras de venta. Prefieren valorar la actitud del escritor por sus elecciones políticas, por los países que ha escogido para vivir, por la cantidad de dinero que pudiera recibir de un premio y con el destino que a este le da para hacer más pasadera la vida. No toman en cuenta que pese a todo, para un hombre nacido con el don de la escritura lo único importante será ejercerla tan bien como le sea posible, de la manera más eficaz a la que su ingenio llegue. Y esa ha sido una de las mayores preocupaciones de Piglia, quien con estos textos no hace más que ratificarla.
Formas breves es un libro de crítica literaria escrito por quien considera la crítica como autobiografía quizá porque supone que todo escritor termina pareciéndose a las lecturas que hace y a los escritores que admira. Supone que al final y de alguna manera terminará viviendo las vidas de tantos muertos, como si hacerlo fuera su maldición. De modo que Piglia, al escribir sobre sus maestros o amigos Macedonio Fernández, Roberto Arlt, Jorge Luis Borges o Gerardo Gandini pudo estar recibiendo un impulso inexplicable y suficiente para broquelarle el cerebro como tableta de arcilla. No es menor el Piglia reflexivo al Piglia fabulador. No es menor ahora cuando la capacidad de fabulación se mantiene sumisa y quieta, aunque nunca controlada del todo. Eso sí, nos resultará íntimo debido al tono, al ritmo y hasta a la iluminación con la cual pareciera develarnos confesiones y sentimientos.
Leer este breve libro de ensayos que parecen artículos y a veces crónicas  es como asistir al encuentro amoroso entre un hombre casado y su amante, cita macabra la de esta vez porque empieza y termina entre seres fantasmales que abundan en ambientes que Piglia intenta hacernos pasar como reales. No alarga él los entrantes ni pierde tiempo en saborear los postres. Tan solo quiere alcanzar su propósito. Lo suyo es seducir a la amante con recuerdos y teorías, algunas memorables como las escogidas para el cierre, y donde advierte que “el arte de narrar se funda en la lectura equivocada de los signos”. ¿Qué signos nos ofrece Piglia en sus Formas breves? ¿Qué lectura equivocada nos propone? La respuesta no la tengo yo, que solo soy observador en esta cita urgente como su forma. Y si la tuviera, no las puedo ofrecer ya, que los amantes se abrazan, se buscan con desfachatez de adolescentes y uno hasta llega a sentir bochorno por tanta lascivia insurrecta de la que se es capaz por la literatura.


(Presentación del Libro Formas Breves (editorial Sed de Belleza), Feria del libro, Holguín, domingo 9 de marzo)

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