El
público se acomoda en círculo y no pierde de vista a los
bailarines. Algunos se desplazan en sillas de ruedas, de modo que
mientras el tango brota por una bocina, la pareja compuesta por una
muchacha blanca y esbelta, y su compañero discapacitado, danzan
antes los ojos de niños con sus padres, abuelos o conocidos.
La
silla de ruedas no parece impedimento. A veces pareciera esfumarse
mientras quien la maneja con maestría responde a la cadencia
apasionada de la música. Tuve la impresión de que era puro artilugio. Pero dependen de ella tres de los
integrantes de este colectivo.
El
Grupo Alma es una compañía de danza integradora dirigida por Susana
González que a Holguín llegó desde
Buenos Aires, ciudad que vio emerger el proyecto hace 16 años. La
mayoría de las obras, me explica ella, intentan “resinificar el
valor que la sociedad le da a la silla de ruedas. A través de la
silla de rueda estamos despertando la alegría en la gente. Estamos
quitando de la cabeza eso de que pobrecito discapacitado, ¿No
sufre? No, porque esta gente encontró una vocación, un por qué
existir”
Ahora
baila otra pareja. Es mujer quien ocupa la silla de ruedas y el
público ve admirado como en determinado momento su compañero la
levanta en peso, mientras la silla es llevada por la inercia hasta el
borde desde el cual otra bailarina se la regresa, y ambos terminan
sentados.
“Generalmente
los bailarines tienen un ego muy algo”, comenta González: “hay
mucha competencia. El cuerpo para la danza tiene que ser estilizado,
delgado, bello, con un entrenamiento muy grande, con mucha
flexibilidad… Esta es una ruptura. Rompemos con esquemas
tradicionales de belleza y con la idea de lo que es un cuerpo para la
danza. De acuerdo a lo que algunos dicen somos un grupo
revolucionario.”
Susana
González vino por primera vez el año pasado. Entonces impartió
conferencias sobre danza integradora en espacios como el Congreso
Iberoamericano de Pensamiento. “Venir este año era mi sueño. Todo
el mundo estaba esperando al grupo. Puse lo tenía para cumplir este
sueño, y aquí estamos. Creo que vale la pena”.
El
espectáculo concluye. Fue más o menos una hora en la cual
los bailarines de Alma interactuaron con los de Codanza, primero
mediante improvisaciones que sacaron aplausos apasionados, luego con
obras propias. Al día siguiente ambos conjuntos compartirían en el
Suñol.
Ahora
muchos quieren fotos, y los argentinos, mientras acomodan el
vestuario o hacen rodar las sillas, aceptan la escena con
cotidianidad. Hay asombro en el público. Hay admiración. Es sábado
en la noche y la presentación de Alma, promotores de esto que llaman
danza integradora, ha dejado un buen sabor. Noche diferente. Sin
filme de Hollywood o ballet clásico. Todo ha sido más bien
cuestión de sentimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario