Por Facebook me enteré de la noticia que hoy una directiva de la radio
cubana en Holguín me confirmó: Ya no existen listas con artistas prohibidos en
las estaciones de radio, nombres que susciten contratiempos a quienes
confeccionan las producciones musicales de los programas. Al fin, lo que nunca
debió haber existido, se derrumbó. !Hasta nunca,
caballeros!
Pero, sucede algo: Queda el resultado de una rutina, el temor a lo que un
día se instituyó. Todavía los realizadores andan titubeantes,
como embotados con la noticia que observan con suspicacia. Y mantienen su lista en la cabeza. Pregúntele a Pavlov cómo se llama eso.
El efecto contrario sería la proliferación excesiva. Y entiendo que la
intención del ICRT sea recuperar el tiempo perdido sin que se les vaya la mano,
a lo Máximo Gómez que, para quien no lo sabe, nos etiquetó así: “El
cubano cuando no llega se pasa”. No dudaría que brote en la radio una fiebre de estos artistas y se olviden otros cubanos, muertos en Cuba, y de por sí ya olvidados.
Algunos fuera de Cuba alegan que es fácil hacerlo ahora, cuando varios artistas
han muerto. El ejemplo más sonado ha sido el de Celia Cruz. ¿Qué hubiera dicho
al respecto la célebre cantante? Lo entendería si se opusiera ella a radiar su
obra en la Isla. Lo mismo le ocurrió a Cabrera Infante, y la postura tenía
parte de razón. Pero, no dejaba de ser una actitud empecinada.
Esto de ahora se trata de un triunfo entre lo que llamaría “régimen
individual" y "régimen colectivo”. Lo sabe mucha gente. No es lo mismo cuanto se decreta
por mayoría, pese a la resistencia de un pequeño grupo. Hoy, esos pequeños grupos
han ido ganando batallas contra la torpe burocracia, sus voces se tornan fuertes, han logrado hacerse
escuchar y reconocer algunos de sus símbolos. Mañana es el aniversario
100 de Virgilio Piñera. Sus seguidores lo recuerdan.
No debe ser estandarte lo que ayer sufría zancadillas. Sería una actitud
hipócrita. Pero aferrarse a una concepción pasada de tiempo luce acaso peor,
demasiado torpe para el ser humano que debe huir de su pasado en las cavernas. Si
se avanza un peldaño en esa escalera martiana, incluyente, nunca excluyente, lo
menos que se puede hacer es respaldar la iniciativa. Se trata de recuperar la
marcha, la que teníamos antes de esos años cuando saltando adelante, como decía
un maestro, caíamos atrás.
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