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sábado, julio 28, 2012

El sabor definitivo lo puso Hey, Jude



La gala de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, sucedida este viernes, no habría sido igual sin el grandioso cierre de Paul McCartney cantando su conocida Hey Jude. Piano y voz. Voces. Todo el mundo se sabe la canción. Quedó demostrado en el estadio porque allí había gente de todo el planeta. El tema, según la historia conocida, fue originalmente escrito por McCartney para darle ánimos al hijo de Lennon, compañero de cuarteto que acaba de divorciarse. No importa si fue o no así, lo trascendente es la composición. Escrita en un automóvil,  terminó por grabarse en los célebres Abbey Road Studios y Trident Studios entre el 29 y el 30 de julio de 1968. Cuarenta y cuatro años después ha vuelto a ser noticia gracias al deporte. La apertura de las olimpiadas en Londres ha tenido gran repercusión, por su elegancia, por su majestuosidad, por su humor, por el esfuerzo de miles de voluntarios y especialistas de los que nunca sabremos nada. Me parece memorable que varias manos encendieran el fuego olímpico. El pebetero está compuesto por muchas espigas, como debe ser todo fuego humano que simboliza la unidad. Y lo más importante, por encima de todo, ha estado la cultura. No solo la londinense, esfuerzo de siglos de evolución en el pensamiento, sino la del mundo. Sin ella, no habría sido posible la conexión.

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