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lunes, junio 06, 2011

El extraño caso de Pedro Pablo Oliva


Pedro Pablo Oliva es uno de mis pintores favoritos (por no decir que es el favorito). No desde estos días, cuando leo noticias suyas en la Internet, sino desde siempre: su forma de hacerse con el humor y esa estética antitética de su pintura me parecen formidables. Además, me fascinó la historia familiar que lo vincula de una manera catastrófica a José Martí, ese símbolo que ha colmado su obra de una manera desprejuiciada e ingeniosa.

Oliva ha colmado su trabajo con símbolos (demasiado fuertes para muchos) y el resultado ha tenido un happy end gracias a esa maravillosa sensibilidad, siempre duchada con un suspicaz sentido del humor. Semejantes características les ha catapultado al sitio que tiene (y que debe, entre a otras personas, a quien fuera su profesora: Antonia Eiriz). La obra de Oliva es hoy fuerte y, en el exterior, distingue la faena impulsada por la Revolución en la cultura. No hay que olvidar que él es de los primeros graduados en escuelas de artes, creadas después del 59.

Pero, Pedro Pablo Oliva es noticia ahora no por esa obra maravillosa que le hizo merecer el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2006, sino porque le han hecho concluir su labor como delegado en la Asamblea Provincial del Poder Popular en Pinar del Río. No entiendo mucho de las causas, pues sólo he leído la declaración en su web personal, que visito por primera vez, ahora, pero me parecen cuestionables las razones dadas (aunque, quién soy para cuestionar a la asamblea. Nadie, claro está: solo cuestiono las razones que alguien expuso para armar este caso).

Hay una idea de importancia expuesta por Oliva desde el principio en su web. Advierte que viene “del mundo de la creación artística y el pensamiento”, labor difícil la de pensar. La opción de hilvanar ideas y reflexionar sobre ellas está totalmente ligada a la esencia de un revolucionario que, no es más que aquella persona lista a cuestionarlo todo, y en esto de cuestionarlo todo, el revolucionario (vaya cosas que tiene la filosofía) se emparienta con el vocablo: disidente . El revolucionario disiente de su circunstancia y, ¡gracias, a ello!, existe la revolución.

No obstante la deducción de última hora, Oliva repara en otras acusaciones aún más hostiles que la de haberse pasado a la acera disidente. Le han llamado “traidor a la Patria y hasta anexionista”. Quienes le han cuestionado no conocen a Oliva. Yo tampoco lo conozco (personalmente, aclaro), pero algo sé de su obra, y él mismo explica que quienes han estado al tanto “saben que siempre opté por la obra crítica porque me parecía que la primera función del arte era ayudar a mejorar la sociedad con el cuestionamiento o la denuncia”.

La crítica (como la papa) ayuda a vivir. Mejora las sociedades. Y, también creo que a los amigos los escoge uno. Es una decisión muy personal, como lo es preferir un color para los calzoncillos que nos pondremos en el día. En fin, que me sigue gustando la obra del pinareño Pedro Pablo Oliva, un pintor que integra esa extraña estirpe de artistas cuyo objetivo irracional es trasladar al lienzo sus obsesiones y reírse de ellas, como si, después, nada más importara en este mundo. 

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