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sábado, enero 09, 2010

Frida canta a Joaquín Sabina (John le hace la segunda voz)

En casa tenemos dos perros. La hembra se llama Frida tiene cinco años, es cocker spaniel y canta. El nombre del macho es John, tiene once años, es medio cocker spanil y hace segunda voz. La afición por la música, o sensibilidad es la mejor palabra, comenzó hace mucho tiempo, tanto que quizá no lo recuerde bien. La cosa es que un día yo me encontraba en el baño. La grabadora reproducía un casete recién copiado cuando sentí los aullidos.

Cuando salí, pensando que a la pobre perra (era la perra indudablemente) algo le había pasado (tendría unos meses), la encontré echada frente a las bocinas, aullando como un lobo. Mi madre, que era la dueña de los dos, me dijo que no sabía porque aullaba tan frenéticamente y, desde entonces, empezamos a seguirla de cerca. Pensábamos que el animal estaba loco de remate. Lo curioso es que sus “manías” de aullar a cierta música no ha cesado, sino todo lo contrario.

Frida se hizo “fan” de Joaquín Sabina e, inevitablemente, canta junto a él cuando reproducimos un tema especifico: “Con la frente marchita”. Sólo lo hacía con esa canción interpretada por Sabina, pero ahora lo hace con cualquiera. También acompaña a Adriana Varela en su versión para el CD Entre todas las mujeres. Cuando suenan los primeros acordes se pone en guardia. Aguza el oído y empieza a aullar. Es tal su perfección que al terminar la música, realiza el mismo fade out del disco y su voz queda, así, tenue, casi en un susurro en nuestro patio, levitando.

Ahora, Frida no canta, pero se ha quedado escuchando sigilosamente la nueva producción de Joaquín Sabina que adquirí hace algunas semanas. Vinagre y Rosas es un disco, como ha dicho mucha gente, rockanrolero, en el que Sabina insiste en esa idea de que lo importante resulta vender estilo. Y cada vez él vende más estilo, técnica que le queda a las mil maravillas, porque es eso lo que le define: el estilo, el modo de dominar la voz, la desgarradura que le confiera a sus letras de por sí ya desgarradas, compuestas como los sobrecamas que en Cuba fueron populares en una época por armarse con pedazos de muchas telas sobrantes.

Claro que las letras de Sabina no son armadas con desechos, sino todo lo contrario: las apuntala inteligentemente con imágenes secuestradas de grandes poetas, de escritores y columnistas famosos. A primera oída, Vinagre y Rosas podría parecer un disco un poco mejor que Espérame en la calle, nunca menos atractivo que Alivio de Luto, es decir: otro disco donde Sabina es Sabina, pero aún no aquel Sabina de 19 días y 500 noches o Esta boca es mía. Le falta más, podría decirse y, aunque es cierto, deben dejarse correr los días para familiarizar el oído con estas nuevas canciones y así uno irá encontrando algunas perlas por su música o por sus letras.

Ahora, después de escucharlas una y otra vez, me parecen pegajosas y disfrutables temas como “Tiramisú de limón”, “Cristales de bohemia”, “Vinagre y Rosas” y “Embustera”, está última, magnífica según mi punto de vista. “Embustera, tú corazón es una cremallera…”. Canta Sabina divertido y su popularidad sigue creciendo, sigue creciendo. A la gente les atrae su personalidad, su poesía y clásicos inolvidables como “Sin embargo” y esa canción que tanto le atrae a Frida: “Con la frente marchita”. Claro, para que un tema sea clásico debe pasar el tiempo, y también una especie de tsunami emocional colectivo deberá conspirar para que se aferre a la memoria.

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