Frank Fernández estaba sonriente. Había logrado activar la sensibilidad de un teatro que comenzó frío -afuera la temperatura era baja, y había lloviznado durante el día-, pero el frío era más bien cierta vacilación. Quizás la transpirara él mismo, pues a las cinco y veinte tocaba para un teatro a medio llenar. Antes de cada número siempre surgía una breve explicación.
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