No sé a quién pudo ocurrírsele la idea de haber dedicado la 17 Feria del Libro a dos temperamentos tan distantes como el de Antón Arrufat y Graziella Pogolotti. Desconozco las interioridades de las Ferias. Hasta creo que la selección se debió a una broma, como si se hubiese querido equilibrar fuerzas – tal cual principio Le Châtelier, de
la Química –, como si con la compañía de Graziella – aún divididos para viajar al exterior de
La Habana – se tratara de contener al viejo carpintero, quien todavía asegura no palpar sus heridas, ni el dolor reverenciar...
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