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jueves, julio 31, 2008

Un lugar de techos luminosos

El tren la atraviesa con furia. Aunque hay una estación que obliga a hacer escala allí, los trenes que no tienen prevista parada en Sabanazo pasan veloces junto al pueblito. Los pasajeros sacan la cabeza por las ventanas y se quedan viendo las casas que a mediodía despiden una luminosidad capaz de cegarlos por buen rato. Desde la tierra los niños saludan, y también saludan los mayores.
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1 comentario:

  1. Leandro, las evocaciones se desatan leyendo tú crónica.
    Me acuerdo de ese pueblo, no tan bien como quisiera. Allí estudié, solo dos semanas antes de ser transferido a otras escuela, en una (ESBEC) Escuela Secundaria en Campo que no se si aún funciona.
    Recuerdo el largo camino maltrecho para llegar a Sabanazo desde Buenaventura, una farmacia, algún pedazo de ferrocarril, una calle ancha y larga que quizás solo exista en mi imaginación.
    Apenas hice amistad en la escuela, pero no olvido la primer clase que recibí, de física –el profesor, no se ni quien era, me impresionó por su seriedad y autoridad. Recuerdo a Marcelino, el profesor de Inglés y a la bella profesora de Español-Literatura.
    Sabanazo, por lo que escribes y recuerdo, se me parece a un pueblo del oeste, igual a los que vemos en las películas de ese género. ¡Qué bien que mejoran las condiciones de vida allí!
    Caramba, sigue deleitándonos con ese don para escribir y despertar evocaciones.
    Los que visitan tu blog lo agradecen.
    Amauris.

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