Llegué a la Universidad de La Habana en septiembre de 2000. Había estado antes en la capital y me sentía con el derecho de recordar cada calle, cada lugar. Por eso, cuando al mediodía nos bajábamos del tren que debimos abordar en Cacocum la noche antes, dije a dos amigos que también harían su matrícula: Hay que coger por aquí. Yo me sé el camino. Debí parecer un general frustrado.
leer más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario